miércoles, 14 de septiembre de 2011

La interminable resaca

Los días pasan tan rápido como las canciones de moda. Los chicos juegan en el parque con pelotas desinfladas, mientras los jóvenes estrenan sonrisas tímidas. En los ojos de una madre cabe todo el amor, pero también la desilusión, el ocaso de una vida sin sentido…

Este país parece habitado por fantasmas que ya no sienten nada cuando el futuro se cae a pedazos, cuando el presente apenas es un esbozo. Esta gente siempre quiere ser mejor pero siempre le gana la apatía. Nadie sabe a ciencia cierta qué hacer con sus propósitos: si guardarlos en una caja de cartón o darlos por caducados. Los pobres somos legión y los ricos nos miran desde sus oficinas de lujo, sentados de espaldas a una foto del presidente. En los bancos, las tortillas, el cine, la fila del pesero, todos nos hacinamos y maldecimos el tedio, pero nos olvidamos de que los políticos, los poderosos, los banqueros, los funcionarios, los corruptos, los vende patrias, los amos de la farsa, los dueños del dinero, los sin escrúpulos, nos han ido acorralando, empujando al país del desconsuelo, allí donde nadie sabe de sonrisas ni alegrías, ni descansos.

Será porque mis días empiezan tarde y mis noches son demasiado largas. Será porque mi niñez sigue extraviada. Será porque las sonrisas me han dado la espalda. Será acaso porque no hay peor solitario que aquel que amanece con resaca. Quizá porque soy demasiado joven para sentirme amargado. Puede ser por tantas cosas, pero ayer amanecí con ganas de encerrarme en el sótano de mis contrariedades. Así que me quedé tirado, me reporté enfermo, contemplé el techo un rato, reflexioné sobre las escasas opciones en mi futuro, encendí algunos cigarros, pasé de bañarme, atisbé por la ventana, escuché ruidos extraños en la azotea y mejor puse un disco de Los Amigos Invisibles para sentirme acompañado. Ya por la tarde, consciente de que me descontarían la jornada laboral, intenté el menos que mis horas no fueran tan emotivas como el funeral de un carcelero. Y me puse a escribir una lista de las cosas que empeoran aún mi pésimo humor e incomodan mi caótica existencia.

Mis bondades son escasas y mis odios parecerán exagerados. Odio a los sujetos que se hacen los dormidos en el Metro para no cederle el asiento a las señoras embarazadas. Odio a los bocinautas que le suben todo el volumen a su “colección de éxitos en formato MP3”. A los vigilantes del Metro que se hacen de la vista gorda mientras los pasillos se convierten en un tianguis. A los policías que se la pasan diciendo guarradas a las mujeres solas. A las mujeres policías que parecen hombres. A los policías que parecen embarazados. A los presidentes que solapan la corrupción de sus amigos y fomentan el enriquecimiento de sus familiares. A Vicente Fox por heredarnos a este presidente tan gris. A Calderón por solapar a Elba Esther Gordillo. A los priístas con vocación de mafiosos y a otros funcionarios igual o más corruptos. A los políticos que coleccionan departamentos en Polanco, Miami, Cancún y Las Vegas.

Y sí, también odio a las viejas que se creen reinas sin llegar a ser princesas. A los idiotas que traen más “enchulado” su auto que el cerebro. Odio que las narcoejecuciones ya no sorprendan a nadie. Y también detesto a los curas pederastas. Y además me caga el humor baratísimo de Jordi Rosado y el optimismo chafa de Toño Esquinca, así como las bromas estúpidas del Panda Zambrano. Odio sentirme como un burócrata a punto de suicidarse con una máquina de escribir como corbata.

Por si no bastara, detesto a los que se emborrachan y te dicen cosas como “te quiero un chingo, mi hermano”. A las mujeres ebrias que se suben a bailar a las barras de los antros. Detesto los bares que adornan sus paredes con motivos tricolores. A los taxistas, microbuseros y demás choferes que se estacionan en doble fila. Odio los noticieros que avalan cada fraude electoral y son los primeros en felicitar al “elegido”. Detesto a las viejas treintañeras que se embarazan como si tuvieran 16 años. Igual que detesto la fila de los bancos en quincena. También maldigo las telenovelas y a sus niñas rebeldes de aparador. Igual, no soporto a las chavitas que se ponen como histéricas por baladistas sin cerebro. Y me chocan los pendejos que se depilan las cejas nomás porque es la moda reguetoñera. Para colmo, me desesperan los punkis que nunca han escuchado a Los Ramones.

A grandes rasgos, reniego de los jóvenes de mi generación que se empeñan en sepultar sus sueños. Y desconozco a los nuevos adolescentes que adolecen de falta de espíritu. Detesto que se acaba el agua caliente justo cuando me estoy bañando. Que las noticias sean un recuento de sangre y violencia. Que mis vecinos sean chismosos y maleducados. Que mi sueldo sea tan miserable. Que este país se caiga a pedazos y nadie parezca sorprendido. Que este espacio sea tan breve para seguir enumerando lo que tanto odiamos.

Finalmente, reniego de la gente miserable, la que no responde un “buenos días”, la que te empuja en el Metro, la que golpea a los niños, la misma que se mete en la cola del cine y que educa a sus hijos con telenovelas, la que sólo lee el TVNotas, la que te roba hasta la buena vibra, la misma que seguro se identifica con estas líneas, pero lo niega. Y también reniego de las borracheras por el día de la Independencia. Y me abstengo de escuchar al presidente gritar que “vivan los héroes que nos dieron patria”. Y vomito cada que mis vecinos ponen canciones rancheras en la noche mexicana. Pero nada se compara con este coraje que siento cada que el presidente defiende un proyecto que dinamita la tranquilidad de la gente buena. O esta rabia que me contagia el ex secretario de Hacienda cuando muestra su optimismo por ser presidenciable. En definitiva, no hay nada más detestable que un político sonriente que no sabe lo que es malvivir con el salario mínimo. Y su rostro maquillado no disfrazará su ambición desmedida, ni sus ganas de chingarse el presupuesto del próximo sexenio. Odio decirlo, pero creo que ellos confían en vernos otra vez la cara de pendejos. Y las multitudes seguirán entreteniéndose con los chismes de televisión y los goles del Chicharito en la Liga Premier.

martes, 13 de septiembre de 2011

Agua, la maldición de México

En la historia de la ciudad de México, la peor crisis por falta de agua estalló en 1922.

Dos semanas de escasez completa llevaron al límite de la locura a los 615 mil habitantes que había en la ciudad. La sequía provocó un motín que culminó con el incendio del Ayuntamiento, sede del gobierno capitalino, y con una balacera en pleno Zócalo que arrojó decenas de muertos y heridos.

A lo largo de doce días, los diarios narraron imágenes angustiosas. La ciudad hedía. Los baños se habían convertido, más que nunca, en depósitos de inmundicias. No salía una gota de los grifos y gente con la cara sucia (y humor de perros) recorría las calles con baldes en las manos, buscando el líquido que le ayudara a resolver sus necesidades básicas.

Tal vez en ninguna otra ciudad del mundo la misma noticia puede ocupar la primera plana de los diarios con 89 años de diferencia. “¡No hay agua!”, clamaban los titulares de 1922. “¡Sin agua!”, se lee en los cabezales de 2011.

Durante aquella crisis, la imagen más elocuente del desespero la dibujó un vecino de la calle Nuevo México quien, con un pico y una pala, comenzó a cavar en el patio de la vecindad donde habitaba: había considerado que “estando la ciudad edificada sobre un lago, era posible encontrar depósitos de agua, y aun corrientes, a pocos de metros de profundidad”.

El hombre no tardó en hallar un venero de agua sucia, sobre el que los moradores del predio se lanzaron como fieras para lavar trastos, ropas y otros usos. Otros vecinos de la calle hicieron lo mismo. Al caer la noche, pareció que Nuevo México había sido víctima de un bombardeo.

El Sistema Cutzamala de entonces era un modesto acueducto que transportaba agua desde los manantiales de Xochimilco hasta una estación de bombeo ubicada en la colonia Condesa. Según el gobierno de la capital, el descuido de un empleado había provocado que los motores de la estación se averiaran. El 19 de noviembre de 1922, la ciudad despertó completamente seca.

El director de Aguas Potables se apresuró a anunciar que tomaría tres días reparar la maquinaria. El desperfecto tomó mal parada a la población, que desde 1912 gozaba de un moderno sistema de distribución de agua potable. En 14 mil casas de la urbe bastaba con abrir un grifo para que cada habitante pudiera disponer de 240 litros de agua.

Habían terminado los años más negros de la Revolución y la ciudad entraba de puntillas en una etapa de desarrollo y confort. El arquitecto Ignacio Castillo acababa de construir el imponente edificio Balmori. Diego Rivera pintaba los murales del Anfiteatro Bolívar (y conocía a una estudiante de la Escuela Nacional Preparatoria: Frida Kahlo). Acababan de ser inaugurados los cines Olimpia y Odeón, que con el Granat, el Alcázar y el Venecia cobijaban la pasión nacional por el cine mudo. Plateros, decía el poeta López Velarde, era una arteria tan moderna que había dejado de ser una calle para volverse una “street”.

Menudeaban fondas, bares y restaurantes. En lugar de valses, la gente escuchaba jazz, y empezaba a desayunar, en vez de quesadillas, los recién importados cereales Kellogs. Para horror de la población masculina, las mujeres se cortaban el pelo hasta la nuca (para gozo de tal población, también acortaban sus faldas hasta las rodillas).

El golpe fue brutal. Aunque nadie se detenía a pensarlo, el agua era la llave que ponía en funcionamiento la maquinaria urbana: de tajo, ni siquiera Diego Rivera tuvo con qué mezclar sus colores.

Pasaron los tres días, y el agua no llegó. El Ayuntamiento informó que la reparación iba a tomar el resto de la semana. En El Universal de 1922, apareció un titular que era en realidad un grito: “No hay Agua, no hay Agua, ¡No hay Agua!”.

La ciudad entró en emergencia. En los restaurantes era imposible lavar los platos y tirar de la cadena del baño. Tuvieron que cerrar sus puertas. Siguieron los cines, teatros, bares y panaderías. Un articulista encendió la mecha: “Ante la amenaza de que la ciudad agonice de sed y sobre ella se desencadenen epidemias, el Ayuntamiento se ha cruzado de brazos como de costumbre… Ni siquiera se ha hecho público el nombre del empleado causante del desperfecto”.

En las calles se imponía una imagen: caravanas de vecinos que peregrinaban en busca de agua. Muchos se arremolinaban frente a las tomas, intentando abrirlas por la fuerza. Otros debían atravesar la ciudad entera para conseguir un miserable balde en los pozos artesianos de San Rafael y Santa María la Ribera, en donde algunos propietarios obsequiaban líquido a los necesitados. En cada pozo se formaban gigantescos enjambres humanos.

Surgieron especuladores que vendían a precios increíbles el contenido de una cubeta. Volvieron a circular los aguadores del siglo XIX, que llevaban los botes “a 25 centavos para la planta baja y cincuenta para la alta”.

Los titulares periodísticos masacraban el ánimo. “La ciudad desesperada por falta de agua”, “No hay esperanza de que se reanude pronto el servicio”, “Es ya insoportable la situación del vecindario”.

La prensa acusó al gobierno de haber traficado con las piezas de repuesto de la estación de bombeo, “para revenderlas como fierros viejos”. Se dijo también que el desperfecto había sido ocasionado de modo intencional para golpear al Ayuntamiento de cara a las próximas elecciones.

El 29 de noviembre, azuzadas por el líder obrero Luis N. Morones, dos mil personas de diversas organizaciones sindicales marcharon al Zócalo para exigir la renuncia del presidente municipal, Miguel Alonzo. Tres mil personas más se agregaron a la columna. Tronaba, imponente, un grito: “¡Agua, agua, agua!”.

En el Zócalo, los manifestantes lanzaron proyectiles contra el edificio del Ayuntamiento. En respuesta, la gendarmería barrió la plaza con una ráfaga. La multitud se enardeció. Cargó contra las puertas del edificio. Según el periódico de la época, los atacantes fueron recibidos a tiros: “Del zaguán salía un río de sangre que hacía la misma impresión de los caños del Rastro, en las horas de matanza”.

A través de los cristales rotos, un manifestante lanzó una estopa empapada en gasolina. Las llamas se extendieron por la oficina de Licencias y el despacho del Tesorero. Decenas de bolas de fuego cruzaron el aire. El Ayuntamiento que había provocado la escasez, carecía de agua para apagar el incendio.

La violencia se recrudeció hasta que la guarnición militar, con los fusiles embrazados, se movilizó hacia el Zócalo. Esto dispersó a la gente, evitó un desastre mayor. La sed nos había incendiado. En la plaza había 21 muertos y 64 heridos.

Los doce días de horror terminaron el 2 de diciembre, cuando la estación de bombeo fue reparada. Diego Rivera volvió a pintar. El “voto de castigo” hizo que el partido de Alonzo Romero perdiera las elecciones.

El agua iba a ser la maldición de México a partir de entonces.

Actualmente no hay garantía para evitar que el Valle de México vuelva a padecer una crisis por falta de agua, pues el sistema Cutzamala, conformado por 21 mil 500 tubos, tiene como críticos entre 60 y 70 de ellos.

Parecería nada pero con un tubo que falle puede haber una emergencia”, asegura Antonio Gutiérrez Marcos, director de Agua Potable Drenaje y Saneamiento del Organismo de Cuencas de Aguas del Valle de México.

Tras terminarse la reparación de cinco tubos y la normalización del suministro hacia el Valle de México, el funcionario de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) recordó que el Sistema Cutzamala “tiene 29 años que no ha dejado de trabajar, desde que se puso en marcha, es un desgaste continuo y es el envejecimiento de los propios materiales lo que provoca su ruptura”.

Por ello, dijo, se encuentran en fase de terminación de un proyecto para la construcción para la tercera línea de conducción. “Es ambicioso y de largo plazo, con un costo aproximado de 4 mil 500 millones de pesos y que tendrá que hacerse por etapas, si se iniciara este año se terminaría al 2014. Entonces esto va a permitir que si se rompiera un tubo en cualquiera de las líneas podrías usar otras dos sin dejar de abastecer a la población”, dijo.

Por su parte, el director general del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACM), Ramón Aguirre, dijo que las reparaciones que ha hecho la Conagua no garantizan que no vuelva a ocurrir una falla, pues explicó que en un sistema que tiene 30 años de servicio, y que prácticamente ya terminó su vida útil, es necesario invertir en su mantenimiento constante.

Comentó que las reparaciones en el Sistema Cutzamala requieren una inversión anual de cerca de dos mil millones de pesos. En entrevista, dijo que la reciente contingencia por falta de agua en el Distrito Federal puede servir como argumento para que en la próxima discusión del presupuesto, los diputados designen mayores recursos federales a este sistema pues, aseguró, en los últimos cinco años, el promedio ha sido de poco más de mil millones de inversión para su mantenimiento. La reparación de los cinco tubos dañados el domingo significaron una inversión entre 6 y 7 millones de pesos.

Luego de una semana de recibir 40% menos del suministro habitual del Sistema Cutzamala, la distribución de agua en la ciudad de México empezó a normalizarse ayer y se espera que para el sábado 17 de septiembre se restablezca al 100%.

Ayer la CONAGUA la reparación de los cinco tubos que tuvieron “una falla súbita” al momento de que se envió agua al Valle de México y que prolongó tres días más la baja en el suministro. El líquido arribó a la ciudad de México a las 12:00 horas al Río Borracho, ubicado en Cuajimalpa.

De acuerdo con el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACM) las tuberías empezaron a llenarse a partir de las 14:00 horas con lo que el abastecimiento de agua para los capitalinos empezó a restablecerse, toda vez que desde el lunes y hasta ayer, se aplicó un operativo por tandeo, es decir, en horarios y días determinados para las zonas sur y norte de la ciudad.

El gobierno capitalino reportó que la distribución de agua, a través de 440 pipas, se mantendrá hasta el próximo sábado.

Las delegaciones que presentaron problemas con el servicio, en orden de grado de afectación, fueron: Benito Juárez, Cuauhtémoc, Iztapalapa, Tlalpan, Azcapotzalco, Álvaro Obregón, Miguel Hidalgo, Coyoacán, Iztacalco, Venustiano Carranza, Cuajimalpa y Magdalena Contreras.

El GDF y la Asamblea Legislativa deben poner en su agenda política el tema del agua. No es algo que debe dejarse a un lado y solo recordar cuando existen crisis como la actual. Desde aquí me gustaría invitar a a trabajar en el asunto, y algo que debe tenerse en cuenta para la próxima elección del GDF es que se debe tener nociones de Urbanismo para poder sacar avante a esta Ciudad de Vanguardia. Tomen nota.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Fue el capitalismo el que mató a la burguesía. (Karl Marx tenía razón)

Karl Marx pudo haberse equivocado con el comunismo pero, en lo que se refiere al capitalismo, mucho de lo que dijo resultó ser correcto.

Como efecto secundario de la crisis financiera, más y más gente está dándose cuenta de que Karl Marx estaba en lo cierto.

El gran filósofo alemán del siglo XIX, economista y revolucionario, pensaba que el capitalismo era radicalmente inestable.

Tenía incorporada la tendencia de producir auges y colapsos cada vez más grandes y profundos y, a largo plazo, estaba destinado a destruirse a sí mismo.

A Marx le complacía esa característica: estaba seguro de que habría una revolución popular, la cual engendraría un sistema comunista que sería más productivo y mucho más humano.

Marx erró en lo que se refiere al comunismo. Pero su percepción de la revolución del capitalismo fue proféticamente acertada.

No fue sólo sobre el hecho de que en ese sistema la inestabilidad era endémica, aunque en ese respecto fue más perspicaz que la mayoría de los economistas de su época y de la actualidad.

A un nivel más profundo, Marx entendió cómo el capitalismo destruye su propia base social: la forma de vida de la clase media.

La terminología marxista de burgueses y proletariado suena arcaica.

Pero cuando argumentó que el capitalismo hundiría a la clase media en algo parecido a la existencia precaria de los angustiados trabajadores de su época, Marx anticipó un cambio en la manera en la que vivimos que apenas ahora estamos teniendo que afrontar.

Para Marx, el capitalismo era la teoría económica más revolucionaria de la historia, y no hay duda que difiere radicalmente de los sistemas previos.

Las culturas de los cazadores-recolectores persistieron con su forma de vida por miles de años, las esclavistas por casi el mismo tiempo y las feudales por muchos siglos. En contraste, el capitalismo transforma todo lo que toca.

No son sólo las marcas las que cambian constantemente. Compañías e industrias se crean y se destruyen en una corriente incesante de innovación, mientras que las relaciones humanas se disuelven y reinventan en formas novedosas.

El capitalismo ha sido descrito como un proceso de destrucción creativa, y nadie puede negar que ha sido prodigiosamente productivo.

Prácticamente todos los que viven en países como el Reino Unido hoy en día reciben ingresos reales más altos de los que habrían recibido si el capitalismo no hubiera existido nunca.

El problema es que entre las cosas que se han destruido en el proceso está la forma de vida de la que, en el pasado, había dependido el capitalismo.

Los defensores del capitalismo argumentan que le ofrece a todos los beneficios que en la época de Marx sólo tenían los burgueses, la clase media asentada que poseía capital y tenía un nivel razonable de seguridad y libertad durante su vida.

En el capitalismo del siglo XIX, la mayoría de la gente no tenía nada. Vivían de vender su labor y cuando los mercados se debilitaban, enfrentaban dificultades.

Pero a medida que el capitalismo evolucionó -dicen sus defensores-, un número mayor de personas se beneficiaron.

Carreras satisfactorias dejaron de ser la prerrogativa de unos pocos. La gente dejó de tener dificultades todos los meses por vivir de un salario inseguro. Las personas estaban protegidas por sus ahorros, la casa que poseían y una pensión decente, así que podían planear sus vidas sin temor.

Con la expansión de la democracia y la riqueza, nadie se iba a quedar sin una vida burguesa. Todos podían ser clase media.

De hecho, en el Reino Unido, Estados Unidos y muchos otros países desarrollados, durante los últimos 20 a 30 años ha ocurrido lo opuesto.

No existe la seguridad laboral, muchas de las profesiones y oficios del pasado desaparecieron y carreras que duran toda la vida no son mucho más que un recuerdo.

Si la gente posee alguna riqueza, está en sus casas, pero los precios de la propiedad raíz no siempre aumentan. Cuando el crédito es restringido, como ahora, pueden quedarse estancados por años. Una menguante minoría puede seguir contando con una pensión con la cual vivir cómodamente y pocos cuentan con ahorros significativos.

Más y más gente vive al día, con muy poca idea sobre qué traerá el futuro.

La clase media solía pensar que sus vidas se desenvolverían en una progresión ordenada, pero ya no es posible considerar a la vida como una sucesión de niveles en los que cada escalón está más arriba que el anterior.

En el proceso de creación destructiva, la escalera desapareció y para cada vez más personas, ser de clase media ya no es siquiera una aspiración.

A medida que el capitalismo ha ido avanzado, ha llevado a la mayoría de la gente a una nueva versión de la precaria existencia del proletariado del que hablaba Marx.

Los salarios son más altos y, en algunos lugares, en cierto grado hay un colchón contra los sacudones gracias a lo que queda del Estado de bienestar.

Pero tenemos poco control efectivo sobre el curso de nuestras vidas y las medidas tomadas para lidiar con la crisis financiera han profundizado la incertidumbre en la que tenemos que vivir.

Tasas de interés del 0% conjugadas con el alza de precios implica que uno recibe beneficios negativos por su dinero y produce la erosión del capital.

La situación para muchos jóvenes es aún peor. Para poder adquirir las habilidades indispensables para conseguir empleo, hay que endeudarse. Y como en cierto momento hay que volverse a entrenar, hay que ahorrar, pero si uno empieza endeudado, eso es lo último que podrá hacer.

Cualquiera que sea la edad, la perspectiva de la mayoría de la gente hoy en día es una vida entera de inseguridad.

Al mismo tiempo que ha despojado a la gente de la seguridad de la vida burguesa, el capitalismo volvió obsoleto al tipo de persona que disfrutaba de la vida burguesa.

En los '80s se habló mucho de los valores victorianos, y los promotores del mercado libre solían asegurar que éste reviviría las virtudes del pasado.

Pero el hecho es que el mercado libre socava las virtudes que mantienen el estilo de vida burgués.

Cuando los ahorros se están desvaneciendo, ser cauteloso puede llevar a la ruina. Es la persona que pide grandes prestamos y que no le tiene miedo a declararse en bancarrota la que sobrevive y prospera.

Cuando el mercado laboral es volátil, no son aquellos que cumplen cabalmente con las obligaciones de su trabajo quienes tienen éxito, sino los que siempre están listos a intentar algo nuevo que aparenta ser más prometedor.

En una sociedad que está siendo transformada continuamente por las fuerzas del mercado, los valores tradicionales son disfuncionales y quien quiera vivir de acuerdo a ellos está en riesgo de terminar en la caneca de la basura.

Examinando un futuro en el que el mercado permea todas las esquinas de la vida, Marx escribió en el Manifiesto Comunista: “Todo lo que es sólido se desvanece en el aire”. Para alguien que vivió en la Inglaterra victoriana temprana (el Manifiesto fue publicado en 1848) era una observación asombrosamente visionaria.

En esa época, nada parecía más sólido que la sociedad en cuyos márgenes vivía Marx.

Un siglo y medio más tarde, vivimos en el mundo que él anticipó, en el cual la vida de todos es experimental y provisional, y la ruina súbita puede llegar en cualquier momento.

Unos pequeño puñado de gente ha acumulado vastas riquezas pero incluso eso tiene una cualidad de evanescente, casi fantasmal.

En los tiempos victorianos, los verdaderamente ricos podían darse el lujo de relajarse, si eran conservadores a la hora de invertir su dinero. Cuando los héroes de las novelas de Dickens finalmente reciben su herencia, no vuelven a hacer nada jamás.

Hoy en día, no existe un remanso de seguridad. Los giros del mercado son tales que nadie puede saber qué mantendrá su valor, ni siquiera dentro de unos pocos años.

Este estado de alteración perpetua es la revolución permanente del capitalismo y yo pienso que nos acompañará en cualquier futuro imaginable realísticamente.

Estamos apenas a mitad de camino de una crisis financiera que pondrá muchas cosas de cabeza.

Monedas y gobiernos probablemente caerán, junto con partes del sistema financiero que creíamos seguro.

No se ha lidiado con los riesgos que amenazaban con congelar a la economía mundial hace apenas tres años. Lo único que se ha hecho es obligar a los Estados a asumirlos.

No importa qué digan los políticos sobre la necesidad de frenar el déficit, deudas de la magnitud de las que se han incurrido no pueden ser pagadas. Es casi seguro que lo que harán es manejarlas recurriendo a la inflación, un proceso que está abocado a ser muy doloroso y empobrecedor para muchos.

El resultado sólo puede ser más agitación política, a una escala aún mayor.

Pero no será el final del mundo, ni siquiera del capitalismo. Pase lo que pase, vamos a seguir teniendo que aprender a vivir con la energía errática que el mercado emanó.

El capitalismo llevó a una revolución pero no la que Marx esperaba. El exaltado pensador alemán odiaba la vida burguesa y pensó en el comunismo para destruirla.

Tal como predijo, el mundo burgués ha sido destruido.

Pero no fue el comunismo el que cometió el acto.

FUE EL CAPITALISMO EL QUE MATO A LA BURGUESIA.

jueves, 8 de septiembre de 2011

La ONU y las enfermedades no-transmisibles

La Organización de Naciones Unidas (ONU) realizará una cumbre de alto nivel sobre las enfermedades no transmisibles (ENT) del 16 al 19 de septiembre a propuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta cumbre se centrará en las cuatro ENT más comunes (cáncer, diabetes, males cardiovasculares y de pulmón crónicos), que representan 60 por ciento del total de las defunciones mundiales. El propósito es lograr que se reconozca la gran importancia de esas nuevas epidemias para comprometer a los gobiernos a dar prioridad al Plan de Acción de la Estrategia Global para la Prevención y Control de las ENT de la OMS, así como a dedicarle recursos y a establecer indicadores para medir los avances. Junto con los gobiernos están invitados los organismos de Bretton Woods, el sector privado involucrado en salud y la llamada sociedad civil, particularmente las grandes fundaciones filantrópicas dedicadas a estos padecimientos. Los dos últimos actores han realizado reuniones preparatorias y efectúan un intenso cabildeo.

La OMS aborda la prevención de las ENT con el enfoque de los “factores de riesgo” y “estilos de vida saludables” de los individuos, a pesar de que existen numerosas evidencias sobre el gran peso de los determinantes socio-económicos y políticos en su presentación. La propia OMS documentó abundantemente este hecho en su “Informe sobre los Determinantes Sociales de la Salud” (2008), que recomendó a los Estados miembros los siguiente: “Mejorar las condiciones de vida; luchar contra la distribución desigual del poder, del dinero y de los recursos, y medir y conocer mejor las inequidades sanitarias.”

En la cumbre habrá, inevitablemente, una fuerte tensión entre el propósito de actuar sobre las ENT y la profundización de la política económica y  social neoliberal a raíz de la crisis de 2008 y con su agudización durante los meses pasados, particularmente en Estados Unidos y la Unión Europea. Ocurre así porque esta política conlleva una redistribución regresiva del dinero y deteriora las condiciones de vida de la mayoría de la población por varias vías: incrementa el desempleo; precariza o terceriza el trabajo, con un impacto negativo sobre las condiciones bajo las cuales se realiza, y disminuye el salario e ingreso.

A ello se añade el creciente desmantelamiento de los sistemas públicos de salud, seguridad social y educación con nuevas restricciones de derechos hasta ahora consideradas piezas fundamentales del estado de Bienestar.

De allí las multitudinarias protestas en los países europeos y hasta en Israel. Esta política social va junto con la ampliación de los esquemas privados de seguros y servicios de salud para cubrir los vacíos públicos e incrementos bruscos en el pago por la educación. Estos cambios han sido posibles por la concentración del poder en las elites políticas y grupos económicos globales. Los procesos van aceleradamente en la dirección contraria a la recomendada por la OMS en su Informe sobre los Determinantes Sociales de 2008.

La composición de los participantes en la cumbre sobre las ENT abona a las tensiones y contradicciones, ya que estarán los promotores de las políticas neoliberales (el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional) y los que tienen intereses de lucro en salud, o sea, las industrias farmacéutica, de biotecnología, de tecnología médica, alimentaria y refresquera y las empresa de Asociación Público-Privada. Por otra parte, como ya expuse existe una interrelación entre las grandes organizaciones filantrópicas y estas industrias que les produce conflictos de interés.

Empero también habrá contradicciones entre los participantes del sector privado ya que, por ejemplo, las industrias alimenticia y refresquera tratarán de evitar normas internacionales estrictas relacionadas con sus productos, como ya se demostró en México. Por su parte, las industrias de insumos médicos diversos y de tecnología promoverán que haya acceso universal al tratamiento y a los medicamentos siempre y cuando no se afecten los derechos de propiedad intelectual. Y los bancos supranacionales insistirán en que los gastos sociales deben ser el principal factor de ajuste en la actual agudización de la crisis.

La cumbre de las ENT se perfila, así, como un microcosmos en el que aflorarán las mismas contradicciones que caracterizan a la gran pugna actual entre intereses particulares y visiones del mundo. En estas condiciones parece difícil que la ONU logre una gobernanza internacional que proteja el interés general: la salud de los ciudadanos del mundo.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Cobertura universal (calderonista) ¡antes que EU!

Aunque los servicios de salud de Guerrero están al borde del colapso, en consonancia con el reductivo Catálogo de Servicios Esenciales del Seguro Popular el 9 de agosto de 2011 el secretario Córdova Villalobos puso en marcha la Ventanilla de Salud (SSA) en Anchorage, ¡ALASKA!, en la que se ofrece a migrantes información para que estén atentos a los riesgos que deben evitar para mantenerse sanos, además de servicios gratuitos para la revisión de la presión arterial, glucosa, colesterol, agudeza visual y glaucoma. En Estados Unidos operan otras 47 ventanillas y sólo faltan tres para cubrir toda la red de consulados de México.

Correspondiendo con la baja resolutividad de esas mismas intervenciones del Seguro Popular, oncólogos pediátricos alertaron que (sin considerar el letal desabasto de medicamentos) ese seguro resulta insuficiente para atender a los niños con cáncer pues, aunque ofrece cubrir el tratamiento, no cubre las complicaciones derivadas, lo que limita su atención digna y adecuada. La carencia de especialistas, resaltaron, deriva de la falta de plazas y bajos salarios.

El propio secretario de Salud de Tlaxcala, Jesús Fragoso Bernal, reconoce que los beneficiarios del Seguro Popular en la entidad rehúyen los servicios de hospitales y centros médicos de su dependencia, optando (por falta de confianza y en lugar de ellos) por las clínicas privadas. La cobertura de la entidad, puntualiza, debería ser de 75 por ciento de la población afiliada al Seguro Popular; sin embargo, apenas capta 30 por ciento. Aun con Seguro Popular, no se acercan a nuestros centros y se ha visto que los servicios no cumplen con las expectativas.

Pero para Salomón Chertorivski (el más fiel de los calderonistas) la revolución gerencial del Seguro Popular (que sólo existe en su afiebrada visión tecnocrática) ya se ha traducido en pagos por evento a médicos del sector público o privado que aceptan prestar servicios clínicos en las tardes, noches o fines de semana, con lo que sus honorarios son equivalentes a los que podrían ganar en una consulta privada.

Mientras tanto, paseando alegremente por Ginebra, el secretario Córdova Villalobos aseguraba que México logrará la cobertura universal ¡antes que Estados Unidos!, consolidando la meta de afiliación para finales de 2011: estamos muy cerca, se está haciendo un gran esfuerzo, los estados se están afiliando de manera acelerada y vamos a empezar a tener banderas blancas, casi declama.

Y, en efecto, con fines netamente electoreros, Calderón empezó a levantarlas en Chiapas (2.8), San Luis Potosí (4.8), Michoacán (5.8), Morelos (6.8) y Chihuahua (9.8). Quiero ser recordado por mis logros en materia de salud, fantaseó. Al tiempo que Córdova Villalobos destacaba que 10 estados habían alcanzado la meta de afiliación para lograr la cobertura universal.

Exactamente lo mismo hicieron Vicente Fox y Julio Frenk en los años 2005-2006.

Fox-Frenk 2005. En octubre, en Puebla, algunos serranos caminaron (entre la lluvia) hasta cuatro horas para llegar a Zacapoaxtla con la promesa de obtener una despensa, aunque la mayoría regresó a sus casas con las manos vacías, pero tocados con gorras blancas que portaban la leyenda salud, Seguro Popular Puebla, obsequiadas personalmente en el acto por el gobernador Marín y el secretario Frenk.

En noviembre, Fox sostuvo en su programa de radio Fox contigo que la salud no es privilegio para unos cuantos y que todos los estados del país cuentan con el Seguro Popular. Tres ya alcanzaron la cobertura universal: Campeche, Colima y Aguascalientes. Izamos la bandera blanca. No vamos a dar un solo paso atrás en esta gran tarea.

En diciembre, en la explanada de la delegación Venustiano Carranza, Fox, su esposa, Julio Frenk y Alejandro Encinas entregaron la credencial 3 millones del Seguro Popular, rodeados de panistas que portaban camisetas que tenían impresa propaganda de Felipe Calderón.

Fox-Frenk 2006. En enero, al encabezar el Día de la Enfermera, Fox anunció que los menores de 18 años que tienen cáncer y no están protegidos por alguna institución de seguridad social podrían afiliarse al Seguro Popular.

Días después expresó que, a través del avance en la cobertura del Seguro Popular, su administración le va a dejar poca tarea al siguiente gobierno y que habría cobertura total del Seguro Popular en por lo menos 15 estados. Mientras Frenk destacaba que la afiliación al Seguro Popular refleja cómo se logra el ejercicio efectivo, universal, incluyente e igualitario de los derechos sociales.

En febrero, Fox izó la bandera blanca en Guanajuato, al tiempo que la SCJN le ordenaba suspender sus spots de promoción del Seguro Popular. Pero, violando la ley, en abril Fox envió cartas de felicitación a los afiliados del Seguro Popular.

Hasta que, después de publicitar (en pleno agosto) el Seguro Popular en San Diego, California, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) reconoció la abierta intervención de Fox (en su calidad de titular del Poder Ejecutivo) en la controversial elección del año 2006, aunque no lo penalizó.

Así que a pesar de Chertorivski (el más fiel de los calderonistas) y los académicos del Coneval que se atreven a publicitar esa fantástica universalidad como ¡un derecho social atendido!, la terca realidad que se impone muestra que los servicios están peor de lo que estaban antes del Seguro Popular.

Como con Fox, ¿se pronunciará también el TEPJF frente al uso electoral abusivo de Calderón y Córdova con la cobertura universal del Seguro Popular?