El pasado 5 de septiembre acudí al Encuentro de
mensual de Taekwondo en el salón Cirilo Marmolejo, para cubrir las
eventualidades medicas del mismo. Asunto muy normal, hasta que a media jornada
surgió una digresión interesante.
Al ser un deporte de contacto es inherente un
daño físico directo, y fue en uno de ellos donde al revisar y atender (con
clorhidrato de bencidamina y un vendaje) al niño afectado note que no podía
continuar el combate. Le notifique al entrenador y al juez de la contienda.
El juez dio por terminado el encuentro, pero el
entrenador me increpo que por que no le había aplicado Cloruro de etilo o algo
similar, que no podía suspender el combate y que su alumno tenía todo para
ganar. Le indique que no traía dicho compuesto y que, aunque así fuera el chico
no podía continuar. Muy molesto se retiró echando maldiciones en mi contra por
una pelea donde no había nada en juego y era meramente recreacional,
pero donde deseaba una recuperación tipo Karate kid y demostrar quien es el
mejor (suena en ese momento The moment of truth de Survivor).
El cloroetano tan mencionado y usado en los
partidos de futbol es la mágica “panacea” que hace que después de una dura
entra entrada contra Javier Hernández que lo dejaría tullido, segundos después
pasmosamente continúa driblando y metiendo goles. Esto al engañar al cerebro
por medio del SNC, el cerebro sabe que hubo una contusión, quemadura, etc. Pero
este gas al evaporarse en la piel, absorbe calor provocando un súbito y fuerte
enfriamiento, causando una respuesta en la misma vía que la del dolor y
supliéndolo, ahora se tiene frío y el dolor “desaparece” permitiendo continuar
la actividad, pero donde el dolor enmascarado creara una lesión mayor por
continuar la actividad deportiva.
Es aquí donde debo mencionar la irresponsabilidad
del entrenador quien en su afán de “ganar” no le interesa la integridad de su
deportista, siendo más grave el que sea un niño y peor aun cuando no se ganara
nada al final. Un entrenador debe cubrir varios aspectos, ser flexible
(adaptarse a situaciones), organizado (estructurar objetivos), proactivo
(responder a los problemas), curioso (buscar nuevas alternativas y
oportunidades), pero sobre todo preocuparse por el bienestar del deportista.
La dupla deportista-entrenador debe ser una
simbiosis perfecta, la labor del entrenador debe ser desarrollar y sacar lo
mejor de su pupilo, motivarlo, orientarlo, organizarlo, e incluso llorar con el
cuándo las cosas no son favorables, en síntesis, dirigirlo a una perspectiva
próspera. Debe también saber cuándo dar un paso atrás, o en definitiva
detenerse para no afectar el rendimiento del practicante que a final de cuentas
también es el suyo.
La salud es lo más valioso y no debe ser
arriesgada en vano y menos aún si es ajena; y respondiendo a la pregunta del
entrenador de ¿por qué no traía Cloruro de etilo?, es porque es un gas para uso
industrial, narcótico, extremadamente inflamable, con posibles efectos
cancerígenos, que no aplicare a niños y estando en un espacio cerrado con duela
sumando aún más peligro, mucho menos.
Me despido, no sin antes invitarlos el próximo 28
de octubre al V Encuentro de Estudiantes y Egresados de Promoción de la Salud en la UACM-SLT de 9 a 19 horas donde daré una breve
charla sobre mi experiencia laboral, que incluye mi participación en esta publicación.


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