lunes, 24 de agosto de 2009

Las crónicas de Salinas

En su libro México, un paso difícil a la modernidad, Carlos Salinas de Gortari escribió: “Como presidente de la República aprendí que en la batalla cotidiana a favor de México no hay victorias definitivas. Ahora, como ex presidente y ante la obligación de contribuir a explicar qué pasó, espero probar que tampoco existen derrotas terminales”.

Eso lo que ha estado haciendo desde el verano de 2000, cuando su obra fue publicada por primera ocasión. Cierto que ha ganado algunas batallas en ese lapso, pero las derrotas han sido mayores. Es decir, en el balance final no ha tenido éxito. Pero él cree que las cosas pueden cambiar en 2012 con su subordinado Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México.

Nadie niega que Salinas sea un hombre poderoso –“El poder tras el poder”, lo calificó el empresario Carlos Ahumada–, que ha influido e influye en las políticas públicas de la actual y la anterior administración, pero muy pocos, igualmente, lo consideran un ganador. Todo depende de los parámetros con que se le mida. Por ejemplo, si sólo se considera su aspiración de reivindicar su nombre y el de su familia frente a la sociedad y la historia, sin duda habrá que calificarlo como un auténtico perdedor.

Hagamos un breve recuento: desde enero de 1994, cuando estalló la guerra en Chiapas, su figura ha sido pisoteada una y otra vez, con razón o sin ella. Y cada vez que sale a la luz pública para lavar su imagen, recibe una tunda y embarra a los que osan defenderlo. Por eso los adversarios de Peña Nieto aplauden que éste se exhiba frecuentemente en público con su mentor.

La aparición en escena del EZLN al momento en que iniciaba el Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México, fue como una pesadilla que trasladó al país del norte desarrollado a la Centroamérica tercermundista. Al presunto gran modernizador lo exhibió una guerrilla indígena dirigida por un intelectual mestizo. Hubo más: el clima de violencia que él mismo había propiciado durante su sexenio, cobró la vida del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, su delfín, su hechura, su orgullo. Pero eso no fue lo peor: el asesinato del 23 de marzo en Lomas Taurinas, Tijuana, le fue adjudicado por sus adversarios, por los colaboradores del candidato y por la misma familia Colosio. Vox populi, vox dei.

En octubre de 1994 fue asesinado su ex cuñado José Francisco Ruiz Massieu, quien estuvo casado con su hermana Adriana. Por ese crimen fue encarcelado su hermano mayor, Raúl Salinas de Gortari, unos meses después. Quien dio la orden de captura fue Ernesto Zedillo, a quien Carlos eligió como candidato sustituto de Luis Donaldo y luego lo llevó de la mano a la Presidencia de la República, en unas elecciones absolutamente inequitativas que el propio ganador habría de reconocer una vez que se instaló en Los Pinos.

Llegó “el error de diciembre”, es decir, la devaluación de diciembre de 1994 que llevó al país a la quiebra. Ernesto Zedillo utilizó entonces todo el poder del Estado para culpar del desastre a su antecesor, aunque la realidad es que ambos fueron responsables. Carlos Salinas tuvo que retirar su candidatura a presidir la Organización Mundial de Comercio (OMC) y, desde luego, ya nadie volvió a mencionarlo como posible secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

La debacle continuó el 28 de febrero de 1995. Fue patético verlo en “huelga de hambre”, por unas cuantas horas, después de la aprehensión de su hermano Raúl. Lo que Carlos exigía fue que dejara de responsabilizársele desde el gobierno por el asesinato de Luis Donaldo Colosio y por la quiebra económica del país. Iluso. El ex presidente seguirá siendo, por mucho tiempo, el villano favorito en la memoria colectiva nacional, aunque Vicente Fox y Felipe Calderón se le acercan de manera acelerada en la disputa por el nada honroso título.

Carlos Salinas de Gortari es incapaz de la autocrítica. Es decir, posee el mayor defecto que le atribuye a su odiado rival, Andrés Manuel López Obrador. En su visión, la debacle económica del país es responsabilidad de otros; él no tuvo nada que ver con la adopción del modelo ni, mucho menos, con los resultados negativos que éste ha arrojado en 25 años. Ni siquiera acepta que fue un error escoger a Ernesto Zedillo para sucederlo en el cargo.

Él no se equivocó. En todo caso, su antiguo subordinado lo traicionó. En octubre de 2000, el ex presidente quiso hacer un ajuste de cuentas a través de su libro México un paso difícil a la modernidad, que había escrito pacientemente durante cinco años, pero el tiro le salió por la culata.

Para Salinas, Zedillo incurrió en múltiples traiciones: a los principios de política exterior, a la responsabilidad de velar por las instituciones nacionales, a la defensa de los derechos humanos, al Estado de derecho, al fortalecimiento de la soberanía popular, a los ideales de Luis Donaldo Colosio… Y, desde luego, la principal traición fue contra él y su familia. ¿La razón? Problemas psicológicos y de origen.

Para reforzar su tesis, cita la obra de Gregorio Marañón: Tiberio, historia de un resentimiento, en la cual el autor describe cómo el triunfo, lejos de curar al resentido, lo empeora. Tal sería, entonces, la razón de la violencia vengativa del resentido Zedillo contra su protector, una vez alcanzado el poder. El problema con este planteamiento es que el propio Salinas da una versión distinta en el mismo capítulo: “Para sostenerse, el nuevo presidente necesitaba elegir una figura que pagara sus errores: no fueron suficientes ni las primeras destituciones en su gabinete ni el intento de convertir en chivos expiatorios a los líderes de la guerrilla chiapaneca. Tuvo que volver al pasado y recrear el sacrificio ritual del presidente anterior. La estrategia le otorgó al nuevo gobierno los márgenes de sobrevivencia perdidos a partir del error de diciembre”.

Por fin: ¿fue el resentimiento lo que motivó a Zedillo a lanzarse contra Salinas, o fue una decisión pragmática, una estrategia exitosa que obtuvo los resultados esperados? Como fuere, Carlos olvidó sus esqueletos en el clóset y la respuesta de Ernesto fue brutal. De hecho, el plan promocional del libro tuvo que ser suspendido, y el ex presidente se vio obligado a dejar el país de inmediato. El motivo: la difusión, en el principal espacio de noticias de Televisa, de una conversación telefónica entre los hermanos Adriana y Raúl Salinas de Gortari.

El mayor del clan, procesado por el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, y recluido en el penal de alta seguridad de Almoloya, tronó contra su hermano durante el ríspido diálogo que sostuvo con Adriana: “Es una cobardía gigantesca de Carlos estarme mandando recados con Juan José (hijo de Raúl) para que le mande dinero porque es de él…” Raúl estaba fuera de control. De ahí la amenaza: “Todo lo voy a aclarar, de dónde salieron los fondos, quién era el intermediario, para qué eran y a dónde fueron… voy a decir qué fondos salieron del erario público (sic), para que se devuelvan”.

Lo único que Carlos Salinas pudo replicar fue que la grabación de la conversación telefónica entre sus hermanos, había sido realizada por el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) de manera ilegal. Que había sido editada y luego filtrada al periodista Joaquín López Dóriga. Pero el golpe que le propinó su acusado fue contundente. Cuando el ex presidente regresaba a Europa con la cola entre las patas sabía, aunque se negase a reconocerlo públicamente, que una vez más había vuelto a perder. Que en lugar de reivindicarse y reivindicar a los suyos, el clan Salinas se hundió más en el fango. La cantaleta aquella de que no hay derrotas terminales, generaba más dudas que certezas al ex presidente. Pero él sabría esperar una nueva oportunidad, con Zedillo fuera de Los Pinos. Vicente Fox sería el vehículo propicio para enfrentar el descrédito, bajo una lógica política impecable: espacio que no ocupas, alguien más lo ocupa. Así fue como, al poco tiempo de iniciado el sexenio panista, Carlos Salinas de Gortari ocupó el vacío de poder que generó la incompetencia y frivolidad del guanajuatense.

Carlos Salinas de Gortari detectó desde el principio que Marta Sahagún no era el poder tras el trono, como algunos observadores políticos creían, sino el verdadero poder, ostentoso y visible. La ambiciosa arribista, que de vocera pasó a ser esposa de Vicente Fox, justo al año de iniciado su gobierno, era, sin lugar a dudas, la parte más visible y activa de la autodenominada “pareja presidencial”. Nada se hacía sin su consentimiento. Ante la pusilanimidad de su cónyuge, ella tomaba las decisiones más importantes. Consecuentemente, el ex presidente entendió rápidamente a quién debía de acercarse y luego convencer, para que cualquier asunto prosperara. Así lo hizo.

Salinas se había apoderado del PRI luego de la derrota en los comicios presidenciales, aprovechando que la clase política tricolor culpaba a Ernesto Zedillo de la debacle. Dos de sus pupilos ocupaban el primero y el segundo cargo en importancia: Roberto Madrazo, presidente; Elba Esther Gordillo, secretaria general. Al nuevo dirigente ya lo había apoyado sin éxito en los comicios internos de noviembre de 1999, cuando por primera vez se definió la candidatura presidencial a través del voto libre y secreto de la militancia. Ese año ganó la candidatura Francisco Labastida, pero perdió la elección constitucional. El ascenso de su antagonista fue una consecuencia lógica para muchos, aunque el proceso estuvo lleno de acusaciones y rispideces. Como fuere, el ex presidente se quedó con el PRI.

Lo que no estaba en sus planes fue el pleito entre sus dos pupilos que terminó en fractura. Elba Esther fue expulsada del PRI cuando coordinaba la fracción parlamentaria de su partido en la Cámara de Diputados, bajo acusaciones de subordinación a Los Pinos. Salinas tuvo entonces que recomponer su estrategia y operar de manera más enérgica para obtener en el congreso votaciones favorables al gobierno. Sin embargo, no pudo sacar adelante las reformas estructurales a que se había comprometido con Marta y Vicente. Si acaso pudo influir en la definición y aprobación de los presupuestos anuales durante las dos legislaturas del sexenio.

Las derrotas parciales de Salinas pronto quedaron en el olvido cuando apareció en escena el empresario Carlos Ahumada. Las grabaciones que hizo de connotados perredistas en actos de corrupción, le dio un nuevo impulso al ex presidente. Fue él quien diseñó la estrategia, conjuntamente con el gobierno y Televisa, de los video escándalos, que a punto estuvieron de descarrilar la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador. A cambio de sus servicios, Carlos obtuvo la libertad de su hermano Raúl, no obstante pesar sobre él acusaciones de asesinato, enriquecimiento ilícito y narcotráfico.

Cuenta Ahumada en su libro Derecho de Réplica: “Carlos Salinas me confió que una de las cuestiones que había negociado con el presidente Fox a cambio de los videos, a través de Diego Fernández de Cevallos, era la exoneración de todos los cargos, inclusive el de homicidio, que mantenían en ese momento a Raúl en la cárcel, además de la devolución por parte de la Procuraduría General de la República de todos sus bienes, incluyendo los millones de dólares congelados por la PGR. Y así sucedió finalmente”.

Como suele ocurrirle desde 1994, Carlos Salinas tiene la extraña habilidad de convertir rápidamente en derrotas las batallas ganadas. ¿Soberbia? Varios adjetivos le acomodan. Pero los hechos ahí están: después de los video escándalos, que prácticamente tenían en la lona a López Obrador, el ex presidente y la pareja presidencial quisieron rematar al jefe de gobierno desaforándolo y destituyéndolo de su cargo por un asunto menor, cosa que a fin de cuentas lograron, pero a un alto costo. Tan alto, que hubo necesidad de dar marcha atrás. Y esa fue la plataforma de lanzamiento del candidato de izquierda. Pero lo peor para Salinas vendría después, casi al final del sexenio foxista: su hermano Enrique perdió la vida en una oscura historia relacionada con dineros de origen dudoso depositados en Europa. Una presunta extorsión de policías terminaría en asesinato. Nueva y dolorosísima derrota para el clan.

En 2006, Carlos Salinas de Gortari impulsó la candidatura presidencial del priista Roberto Madrazo Pintado. Lo hizo hasta la última etapa, cuando quedó claro que el truculento tabasqueño estaba fuera de la contienda. Entonces el ex presidente mudó su apoyo político y económico a favor del panista Felipe Calderón Hinojosa. La meta era detener, a como diera lugar, al otro tabasqueño, puntero en la intención del voto: Andrés Manuel López Obrador.

Salinas suponía que si el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal ascendía a la Presidencia de la República, su futuro probable sería la prisión de alta seguridad de Almoloya, la misma en la que su hermano Raúl estuvo preso. Quizá no hubiese pisado la cárcel en el eventual gobierno obradorista, pero lo más probable es que la autoridad hubiese fincado diversos juicios en contra suya y de su familia, y lo que ya no quería el ex presidente era tener tras del clan a todo el aparato de Estado, como ocurrió durante el zedillato.

Su apoyo a Calderón fue clave para que el panista resultase favorecido en todas y cada una de las instancias electorales, pese a las multitudinarias protestas y al plantón de Reforma. “Haiga sido como haiga sido”, fue la frase que inmortalizó el candidato de la derecha. Carlos Salinas de Gortari estuvo implícito en ella.

El resultado oficial de los comicios no puede considerarse como victoria del ex presidente, porque el nuevo inquilino de Los Pinos no era exactamente un subordinado suyo. Podía tener algo de influencia, pero no control sobre él. Sin embargo, lo que sí pudo evitar fue la “derrota definitiva” a la que alude una y otra vez, y es que eso habría significado el triunfo de López Obrador para su causa.

De inicio, el tabasqueño quizá hubiese ordenado una minuciosa revisión del expediente de Enrique Salinas de Gortari, cuyo homicidio fue originalmente atribuido por el gobierno de Enrique Peña Nieto “el crimen se registró en el Estado de México– a policías federales, bajo el móvil de la extorsión. Empero, durante las indagatorias, el entonces procurador estatal, Alfonso Navarrete Prida, soslayó el entorno familiar al que apuntaba buena parte de los indicios y evidencias.

El 24 de noviembre, 11 días antes del hallazgo de su cadáver, Enrique Salinas de Gortari y su ex cónyuge, Adriana Lagarde, habían convenido con un juez de lo familiar una nueva audiencia para el 11 de enero de 2005, pues el hermano del ex presidente debía más de medio millón de dólares a su ex esposa, quien a su vez había solicitado a dicho juzgado medidas de apremio para obligarlo a pagar seis años de pensión alimenticia. Ya no fue posible la conciliación, pero el clan respondió por el hermano asesinado.

En diciembre de 2004, Raúl Salinas de Gortari aún estaba preso por el crimen de José Francisco Ruiz Massieu y tenía abierta una investigación en Francia por presunto lavado de dinero. En este proceso estaban también implicados su hermano Enrique y Adriana Lagarde. Según las autoridades, éstos eran “instrumentos” de Raúl para ocultar su cuantiosa fortuna “proveniente del narcotráfico”. Aunque dos años después Enrique y Adriana serían exonerados del delito de lavado de dinero, la investigación internacional había alterado al occiso en los días previos a su asesinato. A pesar de ello, el procurador mexiquense –hoy diputado federal electo y miembro de la próxima “burbuja” priista, que dirigirá el salinista Francisco Rojas—desconectó el entorno familiar y los pleitos entre los miembros del clan por la posesión del dinero y sus numerosos bienes. Pero ese entorno y esa familia tuvo una condena brutal de quien menos esperaban: Miguel de la Madrid Hurtado. En entrevista con Carmen Aristegui, el ex presidente reconoció haberse equivocado al designar a su pupilo para sucederlo en el cargo. Y lamentó: “Se supo que Enrique hizo depósitos en Francia, que allá habían investigado que esos depósitos tenían su origen en transacciones de narcotraficantes”. Aunque después se desdijo de manera vergonzosa, De la Madrid sostuvo que los vínculos del clan con el narco habían iniciado a partir de la llegada de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia, según reportes de inteligencia. Lo dicho: a cada victoria de Carlos le sigue una derrota estrepitosa.

Enrique Peña Nieto es el instrumento de Carlos Salinas de Gortari para librar su última, la definitiva, la madre de todas las batallas. Con el gobernador del Estado de México, el ex presidente cree llegada la hora de su reivindicación histórica.

Ahora sí se avecina un choque de trenes, no como aquél que pronosticó en 1994, de manera fallida, el Grupo San Ángel. Es altamente improbable que las partes adopten posiciones gradualistas en la disputa por el poder, dado el enorme deterioro político, económico y social del país. Lo lógico es que impere la posición del todo o nada. En juego estarán dos visiones de país que han venido confrontándose desde 1988, a veces con el PRI y otras con el PAN como cabeza del polo de derecha. Del lado de la izquierda sólo dos caudillos durante ese lapso: Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador. Marcelo Ebrard y Amalia García aún no crecen lo suficiente, políticamente hablando, para disputarle la candidatura al tabasqueño.

El PAN, después de las desastrosas administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón, difícilmente estará en la contienda por la presidencia en 2012, por lo cual la coalición conservadora que se formó en 2006 para favorecer al candidato panista, esta vez se está construyendo en torno al priista Peña Nieto. La tutela de Carlos Salinas al gobernador mexiquense es hoy su fortaleza, pero conforme se acerquen los comicios se verá que es, al mismo tiempo, su gran debilidad.

El México actual es completamente distinto “en muchos aspectos para mal” al de 1988, cuando Salinas ascendió a la Presidencia de la República mediante el fraude electoral. En aquella época, por ejemplo, era peligroso para opositores y periodistas criticar al presidente. Hoy, al contrario, lo peligroso es defenderlo. Cualquiera que lo haga se lleva una buena cantidad de mentadas de madre por diversos medios. La red ha hecho diferencia. Antes se podía controlar la información, pero la revolución de la informática hace imposible esa dinámica. De hecho, en aquella época, se pudo mantener oculto para la mayoría de la población un hecho de sangre que marcó la infancia de los hermanos Raúl y Carlos Salinas de Gortari. Sólo un libelo sobre el tema circuló antes del ungimiento del secretario de Programación y Presupuesto como candidato presidencial, pero la acción le costó el exilio al autor y la cárcel al promotor del texto.

Hoy, en cambio, con un click cualquier persona que utilice la red puede acceder a la historia publicada por Excélsior el 18 de diciembre de 1951. Decía el encabezado a ocho columnas: “Jugando a la guerra tres niñitos ‘fusilaron’ a una sirvienta”. Los sumarios daban cuenta de lo siguiente: “Ocho, cinco y cuatro años tienen los homicidas”; “Dispararon con un rifle calibre .22 sobre la jovencita”. Y en la parte derecha de la página, debajo de las fotografías de los menores implicados, narraba el redactor: “Estas tres criaturas ‘fusilaron’ ayer a su sirvienta Manuela, de 12 años de edad, cuando jugaban ‘a la guerra’. Son ellos (de izquierda a derecha) Carlos y Raúl Salinas y Gustavo Rodolfo Zapata. Carlos tiene 4 años, Raúl 5 y Gustavo 8. Fueron detenidos por la policía y demostraron no comprender lo que habían hecho. El suceso ocurrió ayer al mediodía, en Palenque 425, de la colonia Narvarte (México, Distrito Federal)”.

Imaginemos ahora el nivel de confrontación que habrá en 2012, inaugurada la guerra sucia en 2006. Lo que le espera a Peña Nieto, ahora que ha unido su destino al de Salinas. De entrada suma a todos los enemigos del ex presidente, que son legión. En ese contexto, la muerte de su esposa y la posterior ejecución de sus escoltas, son temas que, sin duda, saldrán a relucir en campaña, como emergieron también a la luz pública los acontecimientos señalados anteriormente. ¿Criminal Salinas? Para Freud infancia es destino. ¿Perdedor Salinas? Él está convencido de que en política no hay victorias permanentes ni derrotas para siempre. En todo caso, muy pronto veremos si su tesis es certera en la persona del actual gobernador del Estado de México.

jueves, 13 de agosto de 2009

La otra "Victoria" 4-1

En una sesión histórica de la primera sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que por primera vez desde la reforma al sistema de justicia penal de 2005 se erigió como tribunal de legalidad y no sólo de constitucionalidad –al revisar todos los detalles y pruebas de un proceso–, cuatro ministros ampararon ayer a 26 indígenas chiapanecos y ordenaron la libertad inmediata de 20 de ellos que fueron sentenciados por la matanza de 45 tzotziles en Acteal, Chiapas, ocurrida en diciembre de 1997.

Por cuatro votos contra uno, la primera sala (integrada por cinco ministros) resolvió que la Procuraduría General de la República (PGR), junto con los jueces y magistrados que en su momento sentenciaron a estos indígenas, violaron gravemente las garantías procesales de éstos, pues les fabricaron pruebas y testimonios.
En los próximos días por lo menos otros 30 implicados en esos hechos pueden verse beneficiados con una resolución de amparo similar a las anteriores, la cual, sin embargo, no implica un reconocimiento de inocencia.

No puede entenderse que este tribunal está absolviendo culpables. La sala únicamente está negando valor a actuaciones contrarias al orden constitucional, pues de las constancias que obran en la causa penal no es posible afirmar que jurídicamente haya culpables, destacó el ministro José Ramón Cossío, al explicar los argumentos por los que decidió amparar a los quejosos.
“Aquí sólo se está determinando que a los quejosos no se les siguió un debido proceso, lo cual no equivale en absoluto a un pronunciamiento sobre si, de facto, son o no inocentes”, agregó.

La sesión se desarrolló con la presencia de abogados y estudiantes del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) –quienes en dos años redactaron las demandas de amparo de 45 indígenas presos–, pero con la ausencia de los sobrevivientes y familiares de las víctimas de Acteal, a quienes elementos de la Policía Federal les impidieron el acceso al recinto judicial.

Tras una hora de deliberaciones, la Corte otorgó en total cuatro paquetes de amparos a 26 indígenas sentenciados, de los cuales 20 fueron de manera lisa y llana –pues los ministros desecharon en definitiva todas las pruebas que los inculpaban–, lo que significa que a más tardar en 24 horas deberán ser excarcelados.
Otros seis tzotziles recibieron amparos para efectos de reposición de procedimiento, lo que implica que un tribunal unitario de circuito volverá a emitir en breve una sentencia, pero sin tomar en cuenta las pruebas que ayer fueron desechadas, sino únicamente valiéndose de otros elementos probatorios que no fueron desahogados con antelación.

La primera sala también rechazó un proyecto de sentencia del ministro Sergio Valls, quien se pronunció por negar el amparo a 31 acusados, con el argumento de que el material probatorio que obra en la causa resulta, si no vasto, por lo menos sí suficiente para demostrar tanto la existencia de los delitos en estudio como la responsabilidad penal de los quejosos.
Otro ministro presentará en los próximos días un nuevo proyecto que sustituya al de Valls, en el que se otorgue la protección de la justicia a 31 quejosos, aunque falta saber si también será liso y llano o para algún efecto.

Los ministros Olga Sánchez Cordero, Juan Silva Meza, Jesús Gudiño Pelayo y Ramón Cossío se opusieron a la postura de Valls. Cossío, durante su alocución, pareció responder a la organización civil Las Abejas, que en días pasados responsabilizó –entre otros– a los ministros de la Corte y al historiador Héctor Aguilar Camín (que se ha erigido en una especie de vocero de los acusados de la matanza del 22 de diciembre de 1997) de cualquier rebrote de violencia en Chiapas derivado del otorgamiento de estos amparos.
Carton de Hernandez, La Jornada 13-08-09

Ganarle a los gringos

Cuando Miguel Sabah anotó el segundo gol de México, el júbilo se desbordó en el estadio Azteca. Los vasos de cerveza volaron por los aires. Mi familia y yo fuimos bañados por el líquido ambarino, como le ocurrió también a miles de personas más. ¿Valió la pena el chapuzón? Desde luego que sí.

Hace tiempo que no era parte de una celebración colectiva como esta. De hecho, creo no haber participado en alguna similar, por el grado de pasión y euforia que se registró. He acompañado a mi equipo Pumas en varias finales y también al Tri, pero ni siquiera la victoria de hace diez años frente a Brasil en la final de la Copa Confederaciones, se equipara a lo vivido ayer en el coloso de Santa Úrsula.

Nada es comparable a una victoria frente a Estados Unidos, así sea solamente en futbol. Es curioso: en muchos mexicanos existe un sentimiento anti norteamericano por razones históricas, pero al mismo tiempo muchos de los rasgos del estadounidense promedio son admirados e imitados. Sin duda, gran parte de los habitantes de esta gran nación tiene un sentimiento ambivalente de amor-odio por nuestros vecinos.

Algunas de las cosas que suelen reconocerse y admirarse de ellos es su capacidad y disposición al trabajo, al igual que su alta competitividad en todo cuanto emprenden o participan. La parte que se odia o detesta merecería cientos, miles, millones de palabras y es materia de otras columnas y otros espacios.

Respecto al deporte, por ejemplo, es común que entrenadores y competidores apelen a Vince Lombardi, quien fuera entrenador en jefe de los Empacadores de Green Bay a principios de la década de los 60, como sinónimo de triunfo. De hecho, el trofeo que anualmente se entrega al ganador del Supertazón lleva el nombre de este ilustre personaje. Su famosa frase es ley para muchos como Landon Donovan, que se resiste a ser considerado looser: “Ganar no es lo más importante, es lo único”. Bajo ese principio compiten los norteamericanos.

Por ello, después de varios años que nos han agarrado de clientes seguros, la doble victoria contra ellos en las últimas semanas, es altamente meritoria. El 5-0 en la final de la Copa Oro allá, y el 2-1 ayer en el Azteca, significan una alegría incomparable para millones de mexicanos en medio de la peor crisis económica desde la época de la Gran Depresión. Ante la falta de pan, circo.

Derrotar a los gringos no tiene precio. Por eso miles de aficionados pagaron ayer cifras estratosféricas para estar presentes en el estadio. Los boletos de la parte más alta del estadio superaban los mil 500 pesos en la reventa.

Pero al fi nal, el cántico desbordado no dejaba lugar a dudas:¿Y dónde estaaaaaán/ y dónde estaaaaaán/ los pinches gringos que nos iban a ganar?

Murió el creador de la famosa Gibson Les Paul, estoy de luto


El guitarrista y luthier Les Paul, creador del modelo más famoso de las guitarras Gibson, que llevaba justamente su nombre, inventor que cambió el curso de la música con la guitarra eléctrica y cosechó éxitos musicales, muchos de ellos junto con su esposa Mary Ford, murió hoy en Los Angeles a los 94 años.

Paul murió por complicaciones de una neumonía en el Hospital de White Plains, acompañado por familiares y amigos, dijo la firma fabricante de sus instrumentos, Gibson Guitar.
Había sido hospitalizado en febrero del 2006 cuando se enteró que ganó dos premios Grammy por un álbum que grabó tras su 90 cumpleaños, "Les Paul & Friends: American Made, World Played".
"Me siento como un edificio condenado con una nueva asta de la bandera", bromeó entonces el músico.

Les Paul, cuyo verdadero nombre era Lester William Polfuss, nació en Wisconsin pero emigró a Chicago, donde comenzó a tocar como guitarrista de jazz en los años 30, aunque previamente había debutado en bandas de música country.

Como inventor, Paul ayudó al nacimiento del rock & roll y las grabaciones de multipista, que permiten a los artistas grabar cada instrumento por separado, además de la voz, y combinar luego las diferentes "pistas" en una sola canción.
Con Ford, con quien estuvo casado de 1949 a 1962, obtuvo 36 discos de oro y 11 primeros lugares en las listas de éxitos pop, entre ellos Vaya con Dios, How High the Moon, Nola y Lover.
Mira aquí una interpretación de Les Paul:

"Podía grabar a mi Mary y reproducirla con tres, seis, nueve, 12 o cuantas voces deseara", recordó el artista. Esa técnica de grabación tuvo luego una gran influencia en artistas como The Carpenters.
El uso de la guitarra eléctrica ganó popularidad a mediados y fines de los 40 y estalló con la llegada del rock a mediados de los 50.
"Súbitamente, se reconoció que la electricidad era una parte muy importante de la música", dijo Paul alguna vez. "Hoy nadie pensaría cantar en un escenario sin un micrófono y un sistema de sonido".

Insatisfecho con los primeros modelos de guitarras eléctricas, Les Paul experimentó con varios prototipos del instrumento con cuerpo sólido, que culminó en 1941 con la creación de la Gibson Les Paul, que se transformó en uno de los instrumentos esenciales para el nacimiento y el desarrollo del rock and roll.
Experimentador y músico desde la niñez, jugó durante años con la amplificación de los sonidos creados por la guitarra antes de presentar en 1941 The Log, una pieza de madera con cuerdas de acero de 10 por 10 centímetros (4 por 4 pulgadas).

"Fui a un club nocturno y la toqué. Por supuesto que todo el mundo me consideró un chiflado". Posteriormente le agregó una caja de madera para darle apariencia de una guitarra tradicional.
En 1952, Gibson Guitars comenzó la producción de la guitarra inventada por Les Paul.
Pete Townsend, del conjunto The Who; Steve Howe, de Yes, el as del jazz Al DiMeola y el integrante de la banda Led Zeppelin Jimmy Page adoptaron la guitarra de seis cuerdas fabricada por Gibson con el diseño de Les Paul.
A lo largo de los años, la Les Paul fue una de las guitarras más usadas en la industria musical. En el 2005, la casa de subastas Christie`s remató un modelo Gibson 1955 de una Les Paul por 45 mil 600 dólares.

Muchos de los mejores guitarristas de la historia del rock como Carlos Santana, Jimmy Page, Slash, Peter Townshend y The Edge, utilizaron la Gibson Les Paul y alabaron el instrumento por sus virtudes técnicas.

De esta manera Gibson se convrtió en una de las mejores marca y ese modelo en competencia de los modelos más famosos de la Fender, la Telecaster y la Stratocaster.

Menos conocido resulta el aporte crucial de Les Paul al progreso técnico en materia de técnicas de grabación: su "How High The Moon", un dueto con su esposa Mary Ford publicado en 1950, es el primer tema realizado con "multitracking", en base a una mezcla de diferentes pistas de sonido grabadas separadamente y en tiempos distintos.

lunes, 10 de agosto de 2009

Dime vaquero

Jocosa vision del mal uso de los videos sexuales. Chequenlo y discutan.

El problema es el modelo

Es absurdo creer que las cosas serán distintas haciendo lo mismo. Esa antilógica es la que prevalece en los pocos gobiernos, como el mexicano, que persisten en el dogma de que el mercado se regula por sí solo. Los mal llamados neoliberales, que más bien tendrían que ser tildados de neoconservadores, creen que la generación de riqueza, aunque esté mal distribuida, tarde o temprano derramará sus beneficios sobre los estratos sociales menos favorecidos. Y eso, como lo hemos podido comprobar durante el último cuarto de siglo, es una falacia.

Menos Estado y más mercado, fue la consigna de principios de los años 80. La revolución conservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan resultó, con el tiempo, un auténtico fi asco que ha llevado a la pobreza a millones de personas en los países subdesarrollados.

En México, por ejemplo, la Constitución de 1917 recogió en su articulado los principales anhelos de aquellos que tomaron las armas para hacer de su país un lugar más justo y equitativo. Por ley, el Estado tenía la obligación de tutelar a los débiles sobre los poderosos, porque entendía que sólo así podía equilibrar a los factores de producción. Partía de un principio básico: no puede haber igualdad entre desiguales. Este precepto podía observarse con nitidez en los ámbitos laboral y agrario.

Las cosas empezaron a cambiar durante la administración de Miguel de la Madrid (82-88), aunque fue Carlos Salinas, en el siguiente sexenio, el que rebasó todos los límites. La política económica del régimen, cuya bandera principal fue el libre mercado, llevó a la ruina a millones de medianos y pequeños empresarios y afectó todo el tejido social. Desde entonces las élites se han reciclado a sí mismas, sin dar oportunidad de crecimiento a las clases bajas y medias.

La movilidad social prácticamente se canceló, a menos que ese segmento de mexicanos con aspiraciones e instrucción, opte por la emigración. Esta realidad afectó la estabilidad y la paz del país, y envió a hordas de jóvenes sin futuro a manos de la delincuencia organizada. Los neoconservadores se han resistido a reconocer que la violencia crece y se desborda en los lugares como México, dónde el Estado ha sido incapaz de brindar a sus nuevas generaciones educación, salud, vivienda y empleos.

Salinas puso a competir a los desiguales. El Estado dejó solos a los productores mexicanos que, en poco tiempo, fueron barridos por poderosas trasnacionales. Los antiguos propietarios hoy son empleados o peones. Lo peor de todo es que, en varios casos, la competencia fue desleal: mientras que en México se eliminaba toda clase de subsidios al campo, en Estados Unidos hacían exactamente lo contrario

El problema es el modelo económico vigente en nuestro país, que le fue impuesto desde el exterior. Ese es el tema prioritario que debería estar tratando Felipe Calderón con Barack Obama y Stephen Herper, no el asunto de la seguridad. La violencia, hay que repetirlo cuantas veces sea necesario, es consecuencia de la falta de empleos y no se solucionará con más violencia. El norteamericano y el canadiense lo saben perfectamente, pero mientras el mexicano se siga conduciendo como guardián del patio trasero de Estados Unidos, ellos continuarán insistiendo en esa ruta.

domingo, 9 de agosto de 2009

Oligarquias

Aunque el desarrollo de los partidos está estrechamente ligado al de la democracia, resulta que su estructura y organización interna no lo es. Y es que los jefes tienden a formar una clase dirigente aislada de los militantes. Consecuentemente, se convierten en una casta cerrada y centrada en sí misma.

En la medida que los dirigentes son elegidos por sus bases, la oligarquía del partido se amplía, pues la elección la hacen sus miembros, adherentes o simpatizantes, pero no los ciudadanos que le dan su voto a la organización en los comicios generales.

¿Esto es anómalo? Para nada. Todo gobierno, así sea el de un partido político, es por defi nición autocrático y oligárquico. Implica necesariamente el dominio de un pequeño número sobre la mayoría. Rousseau lo vio con claridad en su Contrato Social: “Tomando el término en el rigor de la acepción, jamás ha existido verdadera democracia y jamás existirá. Va contra el orden natural que el mayor número gobierne y que el menor número sea gobernado”.

En todo caso, la democracia está más vinculada con la libertad, que no es la de los privilegiados por nacimiento o fortuna, sino la que supone un mayor nivel de vida y una mejor educación. Las libertades políticas y sociales son más sólidas en los países de mayor desarrollo económico. Coincidentemente, es en estas naciones en donde el régimen de partidos es más sólido.

En cambio, en los países subdesarrollados y de baja cultura democrática, los partidos políticos se convierten en simples facciones rivales que se disputan el poder, “utilizando las votaciones –en palabras de Duverger—como una blanda pasta que se amasa al gusto: la corrupción se desarrolla y las clases privilegiadas aprovechan el sistema para eternizar su dominio”. Tal cual ocurre en México. Hace más de medio siglo el académico francés planteaba un par de interrogantes: ¿Estaría mejor representada la opinión si los candidatos se enfrentaran individualmente a los electores, sin que éstos pudieran conocer realmente las tendencias de aquéllos? ¿Estaría mejor preservada la libertad si el gobierno no encontrara ante sí más que individuos aislados, es decir, no coaligados en formaciones políticas?

La respuesta a ambas preguntas es no. Un régimen sin partidos es, necesariamente, un sistema conservador. En el siglo XIX, las agrupaciones políticas respondían a intereses privados, económicos y fi nancieros, pero después tuvieron que tomar en cuenta a las masas. De hecho, cuando éstas empiezan a participar de manera activa en la vida política es cuando nacen propiamente los partidos, ya que crean el marco necesario para reclutar entre ellas a su propia élite.

La democracia no está amenazada por el régimen de partidos, sino por sus estructuras y liderazgos. Eso es lo que hay que cambiar. Ahí está el quid del asunto.

lunes, 3 de agosto de 2009