jueves, 13 de agosto de 2009

Ganarle a los gringos

Cuando Miguel Sabah anotó el segundo gol de México, el júbilo se desbordó en el estadio Azteca. Los vasos de cerveza volaron por los aires. Mi familia y yo fuimos bañados por el líquido ambarino, como le ocurrió también a miles de personas más. ¿Valió la pena el chapuzón? Desde luego que sí.

Hace tiempo que no era parte de una celebración colectiva como esta. De hecho, creo no haber participado en alguna similar, por el grado de pasión y euforia que se registró. He acompañado a mi equipo Pumas en varias finales y también al Tri, pero ni siquiera la victoria de hace diez años frente a Brasil en la final de la Copa Confederaciones, se equipara a lo vivido ayer en el coloso de Santa Úrsula.

Nada es comparable a una victoria frente a Estados Unidos, así sea solamente en futbol. Es curioso: en muchos mexicanos existe un sentimiento anti norteamericano por razones históricas, pero al mismo tiempo muchos de los rasgos del estadounidense promedio son admirados e imitados. Sin duda, gran parte de los habitantes de esta gran nación tiene un sentimiento ambivalente de amor-odio por nuestros vecinos.

Algunas de las cosas que suelen reconocerse y admirarse de ellos es su capacidad y disposición al trabajo, al igual que su alta competitividad en todo cuanto emprenden o participan. La parte que se odia o detesta merecería cientos, miles, millones de palabras y es materia de otras columnas y otros espacios.

Respecto al deporte, por ejemplo, es común que entrenadores y competidores apelen a Vince Lombardi, quien fuera entrenador en jefe de los Empacadores de Green Bay a principios de la década de los 60, como sinónimo de triunfo. De hecho, el trofeo que anualmente se entrega al ganador del Supertazón lleva el nombre de este ilustre personaje. Su famosa frase es ley para muchos como Landon Donovan, que se resiste a ser considerado looser: “Ganar no es lo más importante, es lo único”. Bajo ese principio compiten los norteamericanos.

Por ello, después de varios años que nos han agarrado de clientes seguros, la doble victoria contra ellos en las últimas semanas, es altamente meritoria. El 5-0 en la final de la Copa Oro allá, y el 2-1 ayer en el Azteca, significan una alegría incomparable para millones de mexicanos en medio de la peor crisis económica desde la época de la Gran Depresión. Ante la falta de pan, circo.

Derrotar a los gringos no tiene precio. Por eso miles de aficionados pagaron ayer cifras estratosféricas para estar presentes en el estadio. Los boletos de la parte más alta del estadio superaban los mil 500 pesos en la reventa.

Pero al fi nal, el cántico desbordado no dejaba lugar a dudas:¿Y dónde estaaaaaán/ y dónde estaaaaaán/ los pinches gringos que nos iban a ganar?

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