domingo, 27 de marzo de 2011

Nuestra edad de ciencia ficción

Hace 66 años, dos bombas atómicas destruyeron las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, decidieron el final de la Segunda Guerra Mundial, forzaron al Japón a la rendición ante las potencias aliadas y dieron comienzo a una nueva edad del mundo.

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Alemania había sido triturada por el doble martillo de los rusos atacando por el oriente y los aliados avanzando por el occidente. El triunfo en el frente europeo y en el asiático de Estados Unidos, que había entrado tardíamente en la guerra, significó también el comienzo de la guerra fría, que dividió el mundo durante cuarenta años en dos bloques de poder que se vigilaban uno al otro con desconfianza y con ira, en una tensa paz de pesadilla, sostenida sobre la amenaza cósmica de los arsenales nucleares.

Ahora sabemos que esas potencias enemigas no eran tan distintas: tanto los democráticos Estados Unidos como los burocráticos estados soviéticos profesaban el industrialismo, el armamentismo, el militarismo, y terminaron reconciliándose hace 20 años en las fiestas del mercado, en la desintegración de los proyectos solidarios y en la entronización del individualismo consumista como máximo ideal de la especie.

Hace 66 años vivimos en el mundo de la ciencia ficción. Las novelas del 007 (mi alter ego jaja) dieron paso a los thrillers de espías y de traficantes de armas atómicas; la generación de los años 60 pasó del culto de las drogas místicas y la consigna del amor libre a la fascinación con la saga de los viajes al espacio exterior: íbamos rumbo a la Luna y a Marte; la revolución del transporte incorporó una velocidad de vértigo a la vida cotidiana; la revolución de las comunicaciones convirtió al mundo en el aleph de Jorge Luis Borges; internet y las redes sociales abrieron ante nosotros un océano de memoria y un jardín de encuentros virtuales, pero convirtieron a la vez a los organismos humanos en una subespecie sometida a la fascinación de los mecanismos; la globalización de la información y del mercado trajo como complemento necesario la proliferación de las mafias globales, el mercado planetario de las armas, el clima de alarma permanente de la sociedad superinformada, la enfermedad generalizada del estrés y la alternancia bipolar de sustancias estimulantes y sedantes, el triunfo estridente de la tecnología como principal escenario de la acción humana, la tecnificación de la vida y el triunfo de la profecía de Marx de que todas las cosas se convertirían finalmente en mercancías, el sexo y la salud, el arte y el espectáculo, el deporte y el tiempo libre, la paz y la guerra, la información y la educación, el agua y el aire.

Es asombroso el modo como han triunfado los paradigmas de la llamada civilización occidental. Fue asombroso ver anteayer al emperador Akihito hablando por primera vez por televisión a su pueblo, vestido con un traje occidental, con saco y corbata. Es asombroso ver el país que hace 66 años padeció por primera y única vez el apocalipsis atómico sobre sus ciudades, convertido ahora en productor de energía atómica, y víctima otra vez de los vientos radiactivos. Es asombroso haber tenido el privilegio y el horror de ver hace siete días en directo el modo como una ola monstruosa que venía de los abismos del agua iba barriendo y arrasando los litorales japoneses y convirtiendo en escombros las ciudades, estrellando los barcos contra los puentes, arrancando las casas como trozos de papel, moliendo en su trituradora automóviles, bosques, barrios, piedras, metales, máquinas y seres humanos.

Los diluvios y los tsunamis existieron siempre, lo que no existió siempre es una humanidad que puede estar presenciando al mismo tiempo la devastación de los tsunamis, los incendios de los reactores nucleares, los crímenes de las mafias mexicanas, la corrupción de los políticos colombianos, las manifestaciones de los demócratas egipcios, las elecciones en la devastada isla de Haití, las manifestaciones de los trabajadores de Winsconsin, los bombardeos de Gadafi sobre las ciudades rebeldes.

Lo nuevo no es la información, es el testigo. Lo nuevo no es la catástrofe planetaria y la confusión cósmica, sino el hecho de que la humanidad la presencie asombrada e inerme, y convierta las marejadas de la historia en parte fundamental de su propia existencia, sin tener a la vez mucha posibilidad de influir sobre ella.

Esta semana los periodistas amigos de la adrenalina se han animado a hablar de apocalipsis. Se diría que lo que nos parece a veces el fin del mundo no es más que la cotidianidad del mundo convertida, gracias a la tecnología, en una suerte de sofisticado espectáculo. Pero es verdad que ya estamos en la aldea de Bradbury, en el país de Frederick Pohl, en el planeta de Philip K. Dick. Ahora el viento trae un polen de cosas desconocidas, la naturaleza parece hablar una lengua distinta cada día, la historia entra a ráfagas por la ventana.

EL RENACIMIENTO, LA ILUSTRACIÓN, el progresista y catastrófico siglo XX, nos acostumbraron a pensar que todas las cosas nuevas nos hacen mejores.Toda novedad comportaba un progreso, la humanidad no había cesado de progresar desde el momento en que decidimos bajar de esos árboles, desde cuando pulimos esas piedras para hacer hachas, desde cuando descubrimos la rueda. Y si en el campo de las ideas no todo invento era provechoso, pues también había ideas de intolerancia y de odio, en el campo de los inventos prácticos todo se hacía para mejor: ¿no habían inventado los chinos las sombrillas y las sillas plegables, no había descubierto alguna abuela sabia la manera correcta de partir el pastel, no había inventado alguien, inspirado por la divinidad, el cepillo de dientes, la tijera, el lápiz, el telar, el papel?

Pero también estaban los inventos nefastos: esos puñales curvos que sofistican la estocada, esas espadas, esos venenos, esos instrumentos de tortura a los que aplicó su ingenio la Santa Inquisición, esas cruces, esas horcas, esas guillotinas. Alguien habrá hecho ya un inventario de cosas benéficas y atroces, para saber si nuestra creatividad pertenece al reino de lo angélico o de lo diabólico. Pero la verdad es que siempre estuvieron ligadas bondad y malignidad, siempre lucharon entre sí. Depende de la cultura, del orden social, el que una sociedad se oriente hacia la convivencia o hacia la violencia.

La conducta humana estuvo moderada por siglos de ceremonias y tradiciones, por medio de las cuales las sociedades aprenden a convivir en su interior y a relacionarse con el mundo. El progresismo fue haciendo que perdiéramos el respeto de la tradición y nos convenció de que toda novedad comportaba un progreso.

Todo iba bien con el progreso. Pero, de repente, los ilustres inventos de la sociedad industrial se convirtieron, en 1914, en garfios del infierno. Los aviones, el sueño sublime de Leonardo da Vinci, fueron utilizados para arrojar bombas. El telégrafo, la radio, los productos de la industria, todo fue herramienta de aniquilación. Y con la Segunda Guerra Mundial el fenómeno alcanzó su apoteosis. Hasta el trabajo de grandes pacifistas fue utilizado para inventar bombas atómicas.

Cuando terminó la guerra la industria había triunfado, pero un extraño pesimismo se había apoderado de nuestra especie. Allí sobrevino ese movimiento intelectual que se llamó el existencialismo: un sentimiento de soledad, la conciencia del absurdo, la sospecha de que la vida no tenía sentido. Ese sentimiento no ha desaparecido, pero ahora está enmascarado en el culto de las cosas, el consumo, las adicciones, el ansia frenética de ruido y de velocidad, la sed desesperada de riqueza, la religión del espectáculo y de la publicidad, el culto enfermizo de la salud, del vigor y de la juventud, y la visita a los únicos templos vivos que van quedando, que son los centros comerciales.

Pero harto sabemos que tres cuartas partes de la humanidad no pueden participar de esas comparsas de la belleza frívola, de esas mitologías de Vanity Fair. Algo va de la dieta al hambre, de las marcas costosas a los mercados piratas, de la civilización que convierte todo en basura a la humanidad que vive de reciclarla. Extender el modelo de consumo irreflexivo no es posible ni deseable. El día en que los mil trescientos millones de chinos tengan automóvil particular, y en que los mil doscientos millones de indios produzcan basura verdadera, basura industrial no biodegradable, ese día Vishnú le cederá para siempre su trono a Shiva.

Se ha abierto paso en el mundo la idea de que tenemos muchos derechos y casi no tenemos deberes. Llevamos siglos luchando por la libertad, pero no hemos articulado el discurso de nuestra responsabilidad. Llevamos siglos en la búsqueda del confort y se nos hace agua la boca hablando de la sociedad del bienestar, pero son pocos los que, como Estanislao Zuleta, han formulado sabiamente un elogio de la dificultad. Sin embargo, nada atenta tanto contra la salud como una prédica del confort y la facilidad; nada es más peligroso para la supervivencia humana que la excesiva adulación del egoísmo y el olvido de los principios de solidaridad y generosidad.

Sociedades como la mexicana, colombiana y el resto de Latinoamérica, desamparadas por un Estado irresponsable y condenadas a rivalidad permanente, al individualismo agresivo, son buen ejemplo de los niveles de violencia que produce la falta de un sueño generoso de respeto en el que puedan converger millones de seres humanos.

Porque sólo sabemos convivir cuando una mitología compartida, unas tradiciones y unos rituales nos revelan al dios que está escondido en los otros, el exquisito misterio que es cada ser humano, y ello requiere altos niveles de educación verdadera, es decir, no aquella que venden los liceos y las universidades, sino aquella que está en las costumbres, en el lenguaje, en las fiestas y las ceremonias que nos hacen sentir parte de un mismo orden cultural.

El mundo asiste hoy a un acelerado cambio de memorias por noticias, de costumbres por modas, de saberes largamente probados por novedades. Pero estas guerras tecnológicas, este calentamiento global, estos tsunamis que derivan en crisis nucleares, nos recuerdan que la historia es impredecible, y así como a veces lo nuevo se yergue como el fascinante camino al futuro, también a veces los accidentes pueden revelarnos que conviene un poco de prudencia, un poco de sensatez y un residuo de reverencia, a la hora de paladear esas flores del vértigo.

Al fin y al cabo la ciencia ficción no surgió para celebrar las maravillas de la técnica sino para advertirnos, de un modo elocuente y fantástico, acerca de sus abundantes peligros.

Más vigente que nunca, más que en su propio tiempo. Si no, meditemos sobre lo que dice en esta frase: "Al capital le horroriza la ausencia de beneficio. Cuando siente un beneficio razonable, se enorgullece. Al 20%, se entusiasma. Al 50% es temerario. Al 100% arrasa todas las leyes humanas y al 300%, no se detiene ante ningún crimen." Karl Marx, El Capital

jueves, 10 de marzo de 2011

Quisiera ser Slim

¿Y quién no lo quisiera? Ser el hombre más rico del mundo, ¿les gustaría? Dicen que el dinero no es la vida ni la felicidad… ah, pero cómo ayuda ¿no? En todo caso se los pregunto porque ayer se dio a conocer la esperada y comentada lista de la revista Forbes que cada año enumera, en un conteo macabro y de humor negro para los que apenas sobrevivimos, cómo crecen las fortunas de los hombres más ricos y, por ende, poderosos del mundo.

Desde hace un par de años el primer lugar de esa lista lo ocupa el mexicano Carlos Slim Helú, el empresario más acaudalado de nuestro país que hoy también se confirma como el hombre con la mayor fortuna en el planeta. Con sus 74 mil millones de dólares, Slim hizo crecer su dinero en 20 mil 500 millones de pesos en el último año, según esa revista, y dejó más atrás a los estadounidenses Bill Gates y Warren Buffet, ubicados en el segundo y tercer lugar del ranking de los millonarios del mundo.

¿Cómo puede decirse que México es un país pobre cuando aquí vive el empresario que más dinero tiene y gana en todo el mundo? No, lectores que no nos engañen, nuestro país no es pobre ni nunca lo ha sido; es, en todo caso, una nación pésimamente administrada, saqueada y asaltada por políticos corruptos y pésimos administradores, pero eso sí, con unos cuantos empresarios y sus familias que han amasado enormes fortunas producto de su trabajo sí, pero también en ocasiones de prácticas monopólicas, corrupción o favores del gobierno.Porque Slim no es el único que aparece en esa lista. Son en total 11 los empresarios mexicanos que figuran en el listado de Forbes y juntos, esos 11 angelitos acumulan una fortuna calculada en 125 mil 100 millones de dólares. Entre los millonetas figuran Daniel Servitje y Roberto González, uno dueño de la panificadora más grande del país y el otro del imperio de las tortillas y la Maseca; ambos empresarios aparecen por primera vez en la relación, lo que habla de una bonanza de sus emporios.

Germán Larrea, de Grupo Minero México; Ricardo Salinas Pliego, de Grupo Elektra; Alberto Ballares, de Industrias Peñoles; Emilio Azcárraga, de Televisa; Alfredo Harp, Roberto Hernández y Jerónimo Arango son otros de los mexicanos que se cuentan entre los ricachones del planeta.

Ah, pero de todos los que aparecen en esa lista el que es toda una perla es Joaquín Guzmán Loera, mejor conocido como El Chapo Guzmán. El narcotraficante más buscado de México (¿o será el menos encontrado?) y se supone que también de la DEA estadounidense, lleva varios años que se burla de todos los que supuestamente lo persiguen y lo buscan sin encontrarlo, y figura junto a los señores del dinero de todo el planeta. Según Forbes, El Chapo tiene una gran fortuna y se codea con los más ricos de varios países.

Si somos, como país y como sociedad, capaces de producir a tantos millonetas, sea con dinero legal o ilegal, entonces no es que seamos pobres o torpes o incapaces; más bien lo que sucede es que vivimos en un sistema, desde lo político a lo económico pasando por lo social, diseñado y mantenido para que sólo unos cuantos acaparen riqueza mientras una inmensa mayoría de mexicanos trabajan por sueldos de miseria.

No, México no es un país pobre, es en todo caso un país con una pésima distribución de la riqueza, un país donde el gobierno no está para ayudar a todos a progresar y hacerlo de manera justa e igualitaria, sino para favorecer a los que más tienen y darles cada vez más negocios y ganancias. Todo está diseñado aquí para que funcione así: las autoridades protegen y ayudan a los ricos, a los pobres sólo les dan migajas y los quieren para que voten, mientras el sistema de justicia se especializa en procesar y sentenciar a jodidos porque los ricos tienen para comprar su justicia.

Perdonen que me exalte, pero yo les pregunto si estamos condenados a vivir así o si eso podrá cambiar algún día y ¿cómo? Yo, por lo pronto, se los digo sin pena y tarareando aquella canción de Juan Luis Guerra del pececito y la pecera: “Quisiera ser Slim, para traer bien repleta la cartera, tener empresas y ganar por donde quiera, oh sí, pasar la vida entera forrado así”.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Un tratado para ser bien tratado

En secundaria mi maestro de historia prometió exentar con 10 a quien llevara un trabajo sobre los Tratados de Bucareli. No existía Google y en la biblioteca pública los libros sólo dedicaban un párrafo al tema. Todos nos fuimos a examen con una regañada del profesor seguida de una lección que determinaría mi gusto por la política, nunca con sentimientos antiyanquis pero sí antientreguistas, y comprender que quien desconoce la historia está condenado a repetirla.

La Revolución había triunfado y el general Álvaro Obregón era Presidente, buscaba inversión extranjera pero Estados Unidos no reconocía su mandato, pues ponía como condición firmar unos acuerdos que, además de cubrir los daños causados a los norteamericanos durante la Revolución, obligaban a respetar viejos derechos de sus compañías petroleras anulando la aplicación retroactiva del artículo 27 de la nueva Constitución. Adolfo de la Huerta (no el borracho traidor Victoriano), como secretario de Hacienda ya había renegociado la deuda externa, por lo que dijo a Obregón que la firma de esos acuerdos era un exceso que otorgaría a los ciudadanos extranjeros mayores derechos que a los mexicanos. Obregón le contestó que no quería pasar a la historia como un Presidente ilegítimo y que necesitaba el respaldo de EU. Así fue que terminó cediendo a cambio de reconocimiento (¿les suena familiar?).

Se dice que en esos tratados hubo cláusulas confidenciales que obligaban a México a no desarrollar una industria aérea, ni bélica, ni automotriz, ni tecnología propias. Y es que para entonces México participaba en la incipiente industria aérea, Madero fue el primer Presidente del mundo en viajar en avión; Villa fue el primero en usar un aeroplano en combate; las ametralladoras, rifles y cañones Mendoza abastecían a las tropas villistas y en 1934 eran arma reglamentaria del Ejército y Armada mexicanos. Los mexicanos Emilio Carranza y Alberto Braniff establecían récords mundiales en los llanos de Balbuena, que después serían el primer aeropuerto de Latinoamérica; México tenía patentes de aviones, helicópteros y hélices; con Mexicana, hasta hace poco nuestras aerolíneas eran las extranjeras que más aterrizaban en aeropuertos norteamericanos.

El presidente Calles, fundador de lo que sería el PRI, rechazó los Tratados de Bucareli, pues al no haber sido ratificados por ambos Congresos carecían de valor legal; y como por definición no existe Constitución en el mundo que no sea retroactiva, expidió leyes para hacer cumplir el artículo 27 afectando a las petroleras americanas; mediante arreglos diplomáticos con EU, Calles evitó la declaración de guerra y sus consecuencias, logrando incluso en ese conflicto (a diferencia de Calderón) la sustitución del embajador norteamericano (Henry Lane Wilson).

La leyenda es que los Tratados de Bucareli ahora se quieren reeditar en el escenario que todos conocemos: un gobierno panista débil, ansioso de legitimidad y reconocimiento, fácilmente chamaqueable, un embajador incómodo del país que vende armas al gobierno pero también a traficantes de lo que aquí se combate y allá se promueve (aquí los muertos y allá el negocio); prolongación deliberada de la agonía de Mexicana (la aerolínea) hasta perder los slots en aeropuertos americanos; protección al dólar mediante acumulación de reservas y un largo etcétera que incluye la ridiculización del auto mexicano Mastretta.

Eliminada de las aulas la materia de civismo y reducida la de historia, hoy tenemos un sistema educativo pensado para producir sólo mano de obra apática y acrítica.

martes, 8 de marzo de 2011

Día internacional de la mujer

Homenaje a todas aquellas mujeres que lucharon y aún luchan. por la misma igualdad de derechos y de oportunidades

Este año se cumple un siglo del primer día de la Mujer Trabajadora. En 1911, Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza celebraron por primera vez esta jornada, cuya finalidad era reivindicar los derechos de la mujer. Desde entonces, este día se ha extendido a buena parte de los países del mundo, donde ahora se celebra bajo el título de día internacional de las Mujeres, articulado alrededor de una serie de reivindicaciones que rebasan el ámbito laboral.

Uno de los principales rasgos del siglo XX ha sido la incorporación de la mujer, antaño limitada al ámbito doméstico, a todo tipo de tareas profesionales y sociales. Desde que las sufragistas iniciaron sus campañas en pro del voto femenino, el reconocimiento de la mujer ha crecido sin cesar. Su condición social ha sido redefinida por una pléyade de ensayistas, también por un movimiento como el feminista, y sobre todo por la actitud cotidiana de millones de mujeres.

El camino recorrido ha sido, pues, rico en progresos. Sin embargo, la meta de la igualdad no se ha alcanzado todavía. Los datos son en este sentido llamativos. Aunque, como apuntábamos, los progresos de la mujer han sido notables tanto en el terreno universitario como en el profesional, el académico o el legal, la igualdad aún no es real. Eso se debe en parte a las dificultades que comporta la conciliación de las tareas familiares y las laborales en una sociedad en la que el reparto de ocupaciones domésticas dista de estar asumido. En este aspecto, cobra una relevancia decisiva el factor educativo. Por ello es indispensable, si aspiramos a alcanzar, o al menos a rozar, la igualdad, que los niños y niñas sean instruidos sobre lo que son las responsabilidades compartidas. Es cierto que la emigración y la presencia en las escuelas de alumnos procedentes de culturas en las que la igualdad es mucho más precaria que aquí puede ser a veces un obstáculo añadido. Aun así, hay que persistir, convencidos todos, hombres y mujeres, de que este es un viaje sin retorno. Y comprometidos todos para que esa igualdad sea, cuanto antes, un hecho completo y corriente que haga innecesaria la convocatoria del día internacional de las Mujeres

¿Cómo celebrar cuando la mujer en este país vive en condiciones de profunda desigualdad y la equidad es una quimera difícil de alcanzar? El Día Internacional de la Mujer es la oportunidad para hacer balance de nuestra lacerante realidad.

No existe voluntad política en el gobierno de Felipe Falderón (sic) por cambiar el espectro opresivo del aparato del Estado que bloquea la equidad de género en México. La Ley General de Acceso de las Mujeres a una vida libre de violencia que el Ejecutivo aprobó con bombo y platillo el 1º de febrero de 2007 es una ley sin efecto, hueca, existente solo en el papel.

Falderón (sic) utiliza esa ley como maquillaje para su gobierno. Es uno de los presidentes más machistas que ha tenido México en la “época moderna” que vivimos. Su desprecio sobre temas de equidad se traduce en una falta de presupuesto hacia el mejoramiento de la vida de millones de mujeres y la ausencia de una apuesta firme para erradicar los problemas más acuciantes sobre materia de género.

La Ley que aprobó es letra muerta. No es para menos. A la vista de los hechos, Falderón (sic) nunca tuvo intención de que funcionara. El inquilino de “Los Pinos” se tardó nada más y nada menos que 13 meses en aprobar el Reglamento de la nueva ley (el plazo legal era de 90 días). Más aún, sus graves errores de origen la hacen inaplicable debido a su ambigüedad y falta de presupuesto.

El Partido Acción Nacional (PAN) y sus grupos dominantes ultraconservadores ubicados en la administración lograron que la ley se aprobara de manera “light” y, como consecuencia, padece de serias inconsistencias, limitaciones, e imprecisiones jurídicas que la hace inoperante.

Además, no existe unidad nacional para el respeto y aplicación de la misma. De los 32 estados de la República solo cinco han creado reglamentos para ponerla en marcha, con la salvedad que de esos, tres: Guanajuato, Oaxaca y Nuevo León, sus reglamentos ni siquiera han sido ratificados por sus gobernadores. La armonización de la ley en la República es inexistente.

Esa Ley fue un primer paso. Verdad. ¿Pero de qué sirve un paso tambaleante que nunca se llega a dar? Las mujeres mexicanas padecen involución y retroceso en materias tan esenciales como la creación de albergues.

Las normas internacionales señalan que por cada 100 mil habitantes debe haber un albergue para atender a las mujeres maltratadas y sus hijas e hijos. En México con 100 millones de habitantes, solo tenemos 60 albergues. La discutible y costosa campaña gubernamental de “…A Patricia ya no le volverán a pegar…”, resulta una broma de mal gusto con estas cifras.

La distancia que separa a las mujeres mexicanas y a las que viven en países con democracias consolidadas es abismal. En México, las estadísticas hablan por sí solas: siete de cada diez mujeres ha vivido violencia, cada dos horas y 20 minutos fallece una mujer por cáncer de mama, cada cuatro minutos una mujer o una niña es violada y por si fuera poco la crisis les afecta más a ellas con un 71 por ciento de los 750 mil empleos perdidos durante el 2008.

Sigamos con el recuento de la realidad: en México hay 100 mil denuncias al año por violación. Este delito es el quinto más importante en cifras, pero no siempre es castigado debidamente, ni gestionado con protocolos internacionales que protejan a las víctimas.

El aborto producto de una violación parece normal, pero aquí sigue teniendo obstáculos administrativos, prejuicios en el sector Salud que permite a médicos negarse a practicarlos y negligencia de las autoridades policíacas y judiciales.

La Constitución Mexicana dice que a puestos iguales salarios iguales, sin embargo en la práctica las mujeres padecen una diferencia de hasta 35 por ciento en los niveles salariales respecto a los hombres que hacen el mismo trabajo.

En el sector Salud las mujeres mexicanas enfrentan graves peligros debido a la desatención del Estado. El cáncer de útero, junto al de mamá, es la primera causa de defunción entre los mujeres de 30 a 59 años, pero todas las mexicanas no pueden disfrutar de los beneficios de la vacuna contra el Cáncer Cérvico Uterino (CACU) en el seguro social porque cuesta 6 mil pesos las tres dosis requeridas.

Las mujeres mexicanas siguen muriendo por enfermedades prevenibles, como el cáncer de mama que provoca 10 muertes diarias en México. No todos los hospitales del sector salud cuentan con equipo moderno para realizar mamografías que a consecuencia del atraso tecnológico resultan dolorosas. No todas las mujeres pueden pagar una mamografía que en las clínicas privadas cuesta de 300 a 800 pesos.

Las enfermedades no son las únicas causas de muerte de mujeres. La violencia es producto de la discriminación y cada vez que una mujer muere a manos de su pareja, entorno familiar o ajeno, el Estado ha fracaso en su deber de propiciar un sistema que prevenga, atienda y sancione debidamente el delito de violencia de género. Por eso, en México más de 30 millones de mujeres son víctimas de violencia hoy en día y el 49 por ciento de los hogares presentan alguna violencia contra las mujeres.

En los últimos 10 años el Ejército Mexicano ha violado a 200 mujeres. En la práctica totalidad de estos casos los militares agresores no han sido castigados por las leyes civiles ya que disfrutan de una patente de corso: el fuero militar. Una casta de privilegiados que continúa ejerciendo violencia sexual en zonas pobres y rurales sin responder a sus delitos.

Al fin y al cabo ¿Cuánto cuesta la vida de una mujer en México? Poco o casi nada.

Los feminicidios son una muestra del escaso valor que el espectro político, social y gubernamental le brinda a las mujeres: en los últimos 10 años, aproximadamente 10 mil mujeres y niñas han sido asesinadas de manera violenta, según estimó en su último informe la Red de Investigadoras Por la Vida y la Libertad de las Mujeres.

Los feminicidos se registran en todo el país y con especial incidencia en Estado de México, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Cancún, el Distrito Federal, Chihuahua, Nuevo León o Yucatán.

Si la violencia contra la mujer es predecible, entonces significa que es también evitable. Por consiguiente, el que agrede debe irse. Así es en casi todos los países civilizados. Lamentablemente en México es la mujer la que tiene que salir de casa porque las leyes protegen al agresor y si no hay albergues para acogerla, se queda sometida a su pareja soportando durante años o toda una vida, el maltrato físico, psicológico, sexual o económico.

La mujer tampoco tiene acceso efectivo a la tutela de la justicia, ni mucho menos igualdad jurídica frente al hombre. Así será mientras existan jueces y ministerios públicos sin capacitar en equidad de género, machistas y prejuiciosos en torno a los derechos de la mujer. Las leyes sin jueces o fiscales preparados en juzgados especializados o mixtos, de poco sirven.

No sería aventurado asegurar que una parte importante de las madres de familia y mujeres en general no encuentren motivo de festejo este día en sus hogares y al lado de sus seres queridos, pues aún la lucha por conseguir el respeto y la equidad no es suficiente para la mayor parte de las michoacanas y mexicanas.

De acuerdo con información de la Fiscalía Especial para la Atención del Delito de Violencia Familiar del Estado, en el 2009 se levantaron 522 averiguaciones previas en la Subprocuraduría de Morelia, de las cuales 85% corresponden a mujeres, 10% a niños y niñas y el resto a hombres.

Debe resaltarse que del total de las averiguaciones, aproximadamente el 70% de las familias involucradas se desintegran de manera temporal, porque cuando la mujer renuncia, decide alejarse del agresor por temor a ser amenazada o intimidada. También está probado por la PGJE que otro de los riesgos que corren las mujeres una vez que denuncian ante las autoridades a sus cónyuges por estas causas, es el llegar a la muerte. Otro proceso jurídico que procede por violencia familiar y que da muestra de este tipo de humillaciones hacia las féminas, son las actas circunstanciadas que se levantan cuando no se quiere encarcelar al cónyuge o familiar y la persona denunciante solo busca el registro de antecedentes de violencia en contra del agresor o que se le brinde algún tipo de terapia. De estas se levantaron 3 mil 702, de la cuales 3 mil 240 son a mujeres y el resto a hombres.

Sobre ambos procesos -averiguaciones previas y actas circunstanciadas-, el 90% de los casos corresponden a violencia física y el resto a la psicológica, donde la principal víctima son las esposas o las hijas.

Pero lo más lamentable es que las autoridades estatales consideran -por mucho- superior la cifra de amas de casa violentadas, física y emocionalmente por su cónyuges, que no denuncian ante las instancias correspondientes y, por ende, cuyo número de casos se desconoce.

De acuerdo con información de la comisión de Grupos Vulnerables y Equidad de Género, la Fiscalía Especializada para la Atención del Delito de Violencia Familiar de la PGJE llevó a cabo en el 2009 la conciliación de 3 mil 806 asuntos relacionados con este delito, integró 6 mil 604 estudios psicológicos, socioeconómicos y de valoración médico-legista a las víctimas y se canalizaron 529 solicitudes a otras dependencias.

Mientras que a través del Programa Mujer y Salud, se detectaron 2 mil 604 casos de personas en situación de violencia familiar, a las cuales se les otorgó atención médica y psicológica.

Pero uno de los datos que más preocupa a los legisladores es el número de homicidios femeninos, en cuyo rubro Michoacán ocupa el tercer lugar, con una tasa de 3.9, es decir, por cada cien mil mujeres casi 4 mujeres mueren por homicidio, en este sentido se encuentra muy arriba de la tasa nacional que es de 2.4. (INEGI, CONAPO, COLMEX 2006).

La diputada perredista Gabriela Molina Aguilar, declaró que la michoacanas, los derechos humanos representan "el mayor desfase conocido en el mundo del derecho entre la teoría y la práctica", ya que el respeto para las mujeres "puede ser posible en principio, pero en la práctica no se da".

De acuerdo con la estadística de violencia hacia las mujeres en México (Endireh, INEGI, Inmujeres y Unifem, 2006) se estima que más de 133 mil féminas en todo el país sufrieron algún tipo de violencia, de las cuales 95 mil son de zonas urbanas, además, medio millón de mujeres (de las mismas zonas) fueron amenazadas de muerte por sus parejas.
- Por homicidios, suicidios y accidentes, mueren 14 mujeres al día en el país.
- Dos de tres homicidios de mujeres en México ocurren en el hogar.
- De acuerdo con fuentes del congreso local, en los que va del sexenio federal se han registrado 18 mil 713 asesinatos de mujeres ligados al narco
- El 90% de las víctimas de violencia familiar en el Estado son mujeres
- El 90% de los casos de violencia es física y el resto psicológica
- Dos de tres homicidios de mujeres en México, ocurren en el hogar
- El 67% de las mexicanas han sufrido violencia de su pareja

El Día Internacional de la Mujer representa en México una fecha sombría, llena de nubarrones que solo pueden ser despejados por la luz que emanan millones de mujeres dispuestas a seguir en la lucha. Desde aquí mi apoyo mas que moral, en todos los sentidos para aquellas damiselas que cruzan en mi camino defenderé y hare valer sus derechos desde toda trinchera en la que me encuentre (a pesar de que los iluminados me sigan llamando MISOGINO).