Les juro que no lo podía creer. Hasta me froté los ojos para ver si lo que estaba yo viendo en la televisión era de verdad un anuncio oficial de la Presidencia de la República o una fantasía: en la imagen se veía al presidente Calderón sentado, tranquilo y reflexionando sobre lo que han sido los seis años de su gobierno, de cara a su último Informe que entregará este sábado 1 de septiembre. Se le veía tan bien en la imagen y tan tranquilo, que por momentos no parecía estar hablando del mismo país en el que vivimos la mayoría de los mexicanos.
Porque Calderón habla en sus spots de un “México que tiene los cimientos, que seguirá creciendo, que es más seguro”, entre otras linduras, pero en la realidad lo que estamos viendo es muy diferente. Tan sólo este fin de semana la ola de violencia que sacudió a buena parte del país, desde narcobloqueos en Guadalajara y Colima, hasta ejecuciones en Guerrero, tiroteos en Morelos, nada de eso tiene que ver con el México seguro del que habla Calderón en sus spots ni con un país que haya resuelto su problema de violencia y mucho menos de tráfico de drogas.
En la parte económica, el Presidente presume una economía sólida, a pesar de las crisis externas, y puede que en lo macro sí estemos bien, pero en la microeconomía, la de los bolsillos de todos los mexicanos, la situación se está volviendo más que apremiante con los aumentos de precios en productos básicos, desde el encarecido huevo, hasta la tortilla, el pan, por no hablar del constante aumento a la gasolina que, ya reconocido por el INEGI, sí han aumentado la inflación y han provocado carestía en el consumo de alimentos básicos para los mexicanos.
Claro que se entiende, que el presidente Calderón ya se va y poco le importa lo que dejará detrás, pero es impresionante el divorcio entre la realidad y los mensajes con los que el mandatario promociona su último Informe, hablando de un país que nomás no checa con la realidad y que será parte de su balance final de cifras y logros que le escucharemos un acto especial que se organizó para hacer el recuento de su sexenio el próximo domingo.
Ah, porque Calderón no tiene intenciones de ir a San Lázaro a que le griten o le falten al respeto; según han anunciado, el sábado enviará su VI Informe por escrito a los diputados con el secretario de Gobernación, Alejandro Poire, y el domingo, en un acto en Palacio Nacional, con sus invitados dará lectura a su mensaje político con el que prácticamente se despide en espera del cambio de gobierno el 1 de diciembre.
Eso si no cambian las cosas, porque ayer se escuchaba la posibilidad de que los diputados pidan que sea el Presidente quien les entregue su Informe y se quede a responder preguntas de los legisladores, tema para el que no hay hasta ahora una obligación legal del mandatario, pero que podría ser tema de un acuerdo parlamentario.
Francamente se ve difícil que Calderón aceptara ir a San Lázaro a responder cuestionamientos; no lo hizo en ninguno de los seis años de su gobierno y difícilmente lo hará esta última vez, cuando está más interesado en hacer su balance y su salida con una retórica de que él sentó las bases para cambios importantes que vendrán en el país.
Veremos pues el inicio del fin del sexenio calderonista, con el último Informe ¿qué tanto se parecerá el país real al que describa el Presidente en sus balances y cifras?
Me temo que no mucho, casi siempre son dos cosas distintas el país que ve un Presidente que se va, que siente que en sus seis años hizo grandes cosas, y el país en el que vivimos la mayoría de los ciudadanos; ése, por desgracia, seguirá igual de jodido en espera de que venga otro Presidente a reinventarlo todo y volver a salvarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario