En el año 2000 la esperanza de un nuevo siglo superaba los temores supersticiosos del fin del mundo, entre otras cosas gracias a una pareja que llegó a la fama cargada de proyectos para cambiar el estado de cosas. Las revistas del corazón y algunos columnistas serios comentaban su romance, decían que él había dejado a su mujer para vivir un idilio con quien por razón de su trabajo se volvió compañera de causa y sentimental; los labios carnosos de la dama, un poco fruncidos (las envidiosas dicen que por el colágeno, pero bien puede ser por los genes) la hacían tener un encantador acento europeo a la hora de pronunciar las eses.
El apuesto caballero, de gran estatura y muy decidido, estaba seguro de poder solucionar los problemas de la pobreza y la marginación en 15 minutos; ella se fue enamorando con el trato cotidiano y se convirtió en su mejor aliciente para juntos escalar a lo más alto que se puede llegar en su profesión. Superando todas las críticas, viajaron por todo el mundo llevando un mensaje filantrópico de atención a los más necesitados. Para él la adopción ya formaba parte de sus convicciones y no le importaban las advertencias de que tantos hijos adoptivos le podría traer problemas. Para ella fue la manera de desahogar el instinto maternal y conservar lo que alguna vez fue una envidiable silueta juvenil.
El éxito y la fama los hicieron compartir escenarios con las estrellas del momento, las alfombras rojas eran cosa de todos los días; las fotos con Elton John, con los reyes de Inglaterra, con el presidente de EU y otras personalidades —eso sí, menos con el Papa, quien no aprobaba su relación— se exhibían en los salones de la mansión que se construyeron alejados de la ciudad, en ese rancho que tenía lago, cascada y toda clase de excentricidades gracias a la fortuna que juntos fueron acumulando.
La frivolidad y el derroche se hacían evidentes y muy pronto, cuando todo parecía ir bien, vino el desencanto de sus admiradores, las expectativas de cada proyecto emprendido se nublaron cuando el fantasma de la droga hizo su aparición, ese consumo de sustancias que pone en jaque a tantos gobiernos que no atinan si legalizarlas o combatir a sus traficantes. Fastidiado de las botulínicas sonrisas forzadas, el público vuelve su mirada hacia quienes verdaderamente demuestran capacidad para actuar y cumplir en el escenario.
Y LA IZQUIERDA SIMPLEMENTE NO SE VE. Un velo negro la cubrió como si estuviera avergonzada de haber sido mostrada tantas veces y de tan distintas formas; antes la veíamos aparecer casi con descaro y sin recato alguno. La actitud rebelde y contestataria, que incluso dio cabida a todas las expresiones de la sexualidad, despertaba furor en el auditorio. Pero últimamente se ha visto disminuida como parte de un cuerpo tatuado por las cicatrices que la vida le han dejado, al grado de que en algunos sondeos de opinión ni siquiera fue nominada. De quien todos hablan es de la derecha porque resultó más hábil para aparecer en las redes sociales. Parece que la amorosa actitud y la filantropía de todo ese cuerpo en general, no bastaron para mantener la vitalidad, pues el cansancio es lo único inocultable de su condición.
LOS PREMIOS DE LA ACADEMIA. Así es, amigos lectores, el atractivo de Angelina Jolie se derrumbó estrepitosamente en la alfombra roja; su pierna derecha, forzadamente expuesta mientras posaba para la prensa se volvió trend topic en el Twitter. Los estragos de una posible anorexia retrataron a una mujer con delgadez cadavérica que ni el maquillaje y la alta costura pudieron ocultar; si no se hubiera parado ante las cámaras como lo hizo, la pierna derecha de Angelina pasaría tan inadvertida como la izquierda debajo de su vestido negro. Para su pareja, el galán Brad Pitt, las cosas no salieron mejor, el Oscar al mejor actor quedó en manos del francés Jean Dujardin para tristeza también de muchos de mis paisanos que suponían que un actor mexicano haciendo el papel de mexicano era razón suficiente para ganar el premio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario