miércoles, 14 de marzo de 2012

El hijo de Clouthier

¿Se acuerdan, pajaritos, de aquel hombre vehemente, de palabra encendida y discurso incendiario? Aquel empresario regordete y de barba cana que comenzó a llamar la atención con sus arengas y su forma apasionada de decir y de desear el fin de un régimen que se había vuelto autoritario y que frenaba el avance de la democracia en México. Aquel hombre de aspecto bonachón que, sin embargo, era el más iracundo orador cuando se trataba de criticar y cuestionar al sistema y llamar a los ciudadanos a decidirse a votar por un cambio.

Era Manuel J. Clouthier, el político sinaloense que con su vehemencia y su pasión hizo de aquella campaña presidencial de 1988 una interesante contienda en la que, aunque nunca encabezó las preferencias, fue parte indudable del cambio y la ruptura que en aquel año se produjo del viejo sistema priísta que, por primera vez, se veía amenazado por el arrastre popular de Cuauhtémoc Cárdenas y la fuerza motivacional y discursiva del candidato del PAN, a quien todos llamaron en aquellos años Maquío.

Nunca quedé totalmente convencido, pajaritos, de la versión oficial sobre el trágico accidente que causó su muerte en carretera, apenas unos meses después de la cuestionada elección presidencial en la que fue candidato. Un tráiler que se metió en sentido contrario y arrolló la camioneta en la que él viajaba fue el dramático final para un político que tenía un indudable e indomable espíritu de lucha y una férrea voluntad por cambiar las cosas en este país.

En aquel 88 me tocó incluso acudir a algunos de sus mítines, y aunque nunca fui partidario de su campaña ni de su partido, no puedo negar que me impresionó la fuerza y la convicción de su voz y sus palabras. Maquío Clouthier tenía en los ojos ese brillo especial que tienen los seres convencidos de su lucha, predestinados a mover masas, a cimbrar conciencias y lograr cambios. Si no hubiera muerto en aquel trágico y extraño accidente, seguro hubiera vuelto a buscar la Presidencia y tal vez mucho antes del 2000 un partido distinto al PRI hubiera llegado a Los Pinos.

Pero en la vida y en la política, pajaritos, los hubieras no existen, así que Maquío quedó para la historia como un personaje clave en un momento clave para el país. Hace unos días volví a sorprenderme con la vehemencia y la fuerza de unas palabras, de un personaje que se parece mucho al viejo Clouthier. No sé todavía si tenga la misma convicción y la misma fortaleza de su padre o la misma claridad para pensar y hacer lo que quiere lograr, pero sin duda tiene ese mismo brillo en los ojos del que les hablaba.

Se llama Manuel Clouthier Carrillo y es el hijo de Maquío que hoy dice querer ser candidato ciudadano a la Presidencia. Tiene en contra el sistema, las autoridades electorales, los intereses de los partidos, incluso la suspicacia de muchas personas que lo observan con recelo, pero aún así Clouthier hijo decidió dejar su diputación en el PAN y una oferta de una candidatura al Senado en el PRD para buscar algo de lo que dice estar convencido: demostrar que un ciudadano sin partido, independiente, puede y debe ser candidato a la Presidencia y se le debe permitir competir y contender con los candidatos de los partidos en igualdad de circunstancias.

Hoy, Clouthier Carriilo acude al IFE a pedir que registren formalmente su candidatura, aunque ya varios consejeros de ese instituto le advirtieron que no hay sustento legal para que lo reconozcan como aspirante a la Presidencia. Pero él sostiene lo contrario, dice que la Constitución y fallos recientes del Tribunal Electoral federal, junto con precendentes como el de Jorge Castañeda y su lucha ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, hacen que legal y constitucionalmente un ciudadano como él pueda postularse sin necesidad de que lo respalde un partido.

No sé qué vaya a pasar con Manuel Clouthier, si pueda dar su pelea o se estrelle, como ya otros que lo han intentado, con la burocracia y los intereses del sistema, pero lo que sí sé es que si heredó aunque sea un poquito de la fuerza y la vehemencia, de la convicción y decisión de su padre, el heredero de Maquío puede ser un dolor de cabeza para el sistema establecido. Veremos.

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