viernes, 9 de marzo de 2012

Prohibido morirse

Lo obligatorio provoca rechazo; Falciano del Massico es un municipio de la provincia de Caserta, al sur de Italia, que no rebasa los 3 mil 500 habitantes. Como los Capuleto y los Montesco de la famosa obra de Shakespeare, existe una tragedia de enemistad que termina en dos muertes: sucede que Massico es un poblado tan pequeño que no tiene cementerio, y como los del pueblo vecino son rivales, no les permiten utilizar su panteón. Así, el alcalde Giulio Cesare Fava se vio obligado a emitir un decreto para resolver esta carencia de su municipio: está prohibido morirse en Falciano de Massico.

Vivir mejor puede ser un arte o un propósito que implica acomodar subjetivamente las expectativas con las percepciones de que se está logrando. Se trata de un concepto que aglutina en dos palabras el anhelo de todo buen ciudadano; por lo mismo existen gobernantes tan empeñados en ofrecerles vivir mejor a sus electores que lo convierten en programa de gobierno. Algunos, como el alcalde de Falciano, hasta en decreto.

Qué padre que un anhelo como este se pudiera cumplir por decreto presidencial, pero como en toda sociedad existen buenos y malos ciudadanos, no todos están dispuestos a acatar las leyes. Esto lo sabe muy bien el alcalde Cesare Fava allá en Italia cuando dijo que su decreto “ha traído la felicidad, pero desafortunadamente dos ancianos ya nos desobedecieron”.

Si allá en Massico (nombre casualmente similar a México) dos viejitos se negaron a cumplir el decreto que prohíbe morirse, aquí en México Vivir Mejor es esa especie de decreto presidencial que 60% de los mexicanos parece no querer acatar, y otros 50 mil decidieron morir nomás por llevarle la contraria al gobierno, o por no entender que por nada del mundo deben cruzarse ahí donde se aplican las estrategias de mayor seguridad para vivir mejor. Me cuesta trabajo entenderlo, pero qué pena que haya gente dispuesta a hacer fracasar las buenas intenciones de gobierno.

Aunque era yo muy joven, todavía me tocó ver al comediante Raúl Vale. Una de sus rutinas favoritas era contar chistes, como ese donde un ciudadano se quejaba de que el DF era un lugar muy bonito para vivir, a pesar de que los derechos ciudadanos no eran completos, pues tenían regente en lugar de gobernador y los prejuicios con los homosexuales eran discriminatorios; que después cuando en la capital ya hubo jefe de gobierno, las cosas cambiaron y los derechos a las preferencias sexuales fueron más permisivas y las bodas entre el mismo sexo ya serían legales; pero que definitivamente se fue a vivir a otra ciudad cuando comprendió que esto podría volverse obligatorio.

Con un chiste de esta naturaleza, Raúl Vale actualmente hubiera corrido en las redes sociales la misma suerte que Platanito; quizá por eso prefirió también ya no estar entre nosotros, que nos hemos vuelto tan sensibles y a todo le llamamos bullying y discriminación; pugnamos porque sea obligatorio no utilizar apodos para no causarles traumas a la gente.

Por eso El Chicharito Hernández, El Perro Bermúdez, El Bofo Bautista, El Maromero Páez, La Chimoltrufia, La Leona Dormida y hasta La Barbie Juárez pronto dejarán de cobrar miles en regalías de promoción utilizando la fama de sus apodos, para respetar su dignidad como personas. Aunque eso de la dignidad no todos la valoran, ya ven al conserje de Miguel Sacal, quien con unos pesos —más para el abogado que para él y su dentista— se le quitó hasta lo chimuelo, dejando en el ridículo a los blogueros que pedían castigo al soberbio Sacal, quien triunfante puede decir: “Ya ven, les dije que me la...”

Pero hablábamos de la obligatoriedad, y en esta ciudad casi por decreto es obligatorio caer en un bache, pues las pésimas obras viales responden más al calendario político que a la satisfacción de la movilidad urbana. Si protestas, para eso está la fuerza pública que a golpes te retira, pues las únicas permitidas son las de sindicatos y políticos. Si quieres que la autoridad te pague los daños a tu coche por la falta de señales o pavimento liso, para eso está la infinita tramitología que te enseñará a no trastornar el impulso económico de la venta de amortiguadores y de llantas.

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