miércoles, 30 de mayo de 2012

Y ustedes, ¿son #132?

prevee-ife-rechazar-peticion-132-debate20120530Aun en los momentos más oscuros, cuando uno cree que todo está perdido, siempre queda y renace la esperanza. Ahhh, van a decir este chiquillo de cuál fumó que se puso tan poético (aunque bueno esa es mi especialidad), y la verdad, se los juro que no me empujé nada, simplemente hoy por la tarde que veía la primera asamblea de los jóvenes universitarios del movimiento “#Yo soy 132”, me sentí como de regreso a las juventudes (hace solo 3-4 años), a esa época de la vida donde uno sueña con cambiar el mundo, con mejorar las cosas, con luchar por algo mejor para todos.

Y es que, no me negarán que en este país atribulado por tantas broncas, con tanta violencia, con sueldos de miseria y desempleo, hay pocos motivos para sentir que revive la esperanza. Y no me refiero a que gane la Selección de futbol o a que algún mexicano destaque en el extranjero, eso siempre será motivo de alegría, pero no hablo de esa clase de esperanza, que al final es efímera; hablo de la esperanza de a de veras, de la que nos hace creer que vale la pena seguir luchando, seguir creyendo en este país, en esta sociedad que tantas veces nos ha decepcionado.

Ese tipo de esperanza que, cuando se cree que nada nunca va a cambiar y que estamos condenados a vivir siempre agachados, pisoteados, sobajados por los grandes intereses y los poderosos, de repente aparece para hacernos creer de nuevo que no tiene por qué ser así, que hay aún posibilidades de que cambien las cosas y que podemos aspirar a mejorar lo que está mal y que aún podemos luchar por lograrlo.

Eso es lo que me inspira este movimiento de jóvenes universitarios que está irrumpiendo en la vida del país. Muchachos cuyas edades no rebasan los 25 años y que, tras el incidente del rechazo a Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana, decidieron organizarse y alzar la voz para pedir que muchas cosas cambien en este país y en concreto en esta elección.

Cuando se nos había dicho que las actuales generaciones de jóvenes eran apáticas, apolíticas, egoístas y desinteresadas en otras cosas que no fueran el internet y las redes sociales, de repente como una cachetada con guante blanco, esos jóvenes salen a las calles y gritan que no es así, que se equivocan quienes los juzgaron como desmemoriados y desinteresados en los asuntos políticos y electorales.

Y están aquí, ahora, de varias universidades, lo mismo niños bien de instituciones particulares, que chavos clase media y baja de las universidades públicas, juntos para discutir, deliberar, proponer y, lo más importante, actuar.

Es como si una bocanada de aire fresco soplara de pronto en el bochornoso y putrefacto ambiente de la política mexicana. Es como si, por fin, las nuevas generaciones hayan decidido asumir su rol histórico para poner fin al extravío, los excesos, la corrupción y la ineptitud de una vieja clase política que no sabe y no puede resolver nuestros problemas: desempleo, inseguridad, pobreza, mala educación, bajos salarios, corrupción. Tantos problemas que se agravan ante la pequeñez de nuestros políticos y gobernantes.

¿Pueden los jóvenes idear una nueva forma de hacer las cosas? ¿Pueden poco a poco estos universitarios que en unos años se convertirán en los dirigentes del país, empujar cambios de actitudes, de mentalidades, de leyes, de realidades? Yo quiero pensar que sí, quiero por un momento volver a confiar y sentir que aún queda una esperanza de que las cosas mejoren, que aún podemos, los ciudadanos, la sociedad, empujada ahora por sus jóvenes, exigir, empujar, gritar y lograr que las cosas cambien y que se vayan los malos e ineptos funcionarios y políticos que no saben gobernarnos.

En fin, llámenme idealista, soñador, pero qué sería de nosotros si se nos muere la esperanza. Veremos hacia dónde se mueven estos jóvenes y qué tanto van logrando cosas, como la que ya alcanzaron de hacer que Televisa cambie sus políticas informativas y que el dueño de TV Azteca decida transmitir el debate en su canal estelar. Yo, por lo pronto les digo, sin ninguna duda, que “#Yo soy 132”, ¿y ustedes?

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